La hora del pueblo || Resumen nacional
Se aproxima el fin del ciclo entreguista y devastador de la
alianza PRO UCR, aunque todavía reste un trecho que pueda percibirse como
infinito. El pueblo vota y elige, y en su elección, define su propio futuro. Los
distintos componentes del movimiento nacional han arribado a un acuerdo político
trascendente para las próximas elecciones presidenciales y a los demás cargos,
a través de su unificación en el Frente con todos. Se trata del trabajo
político más interesante que se ha dado en el país, en los últimos años; tal
vez desde 2010, cuando Néstor Kirchner intentaba coaligar las distintas fuerzas
en nombre de un frente policlasista,
como dijo en el acto de Luna Park de agosto de ese año, delante de los jóvenes
de La Campora y de la Juventud Sindical. Luego, por la concurrencia de
diferentes causas, el camino no prosperó. Ahora, la unidad no es total, pero sí
es la suma de una mayoría de sectores sociales y políticos, representativos de
los genuinos intereses del país, lo que crea las condiciones para una nítida expresión
popular en las urnas que determine el rumbo a seguir.
El inicio de la recomposición tuvo una base fundamental: la
resistencia sindical y de las organizaciones sociales, de la manera en que se
pudo de acuerdo a los condicionamientos reales. Desde el mismo momento de la
asunción presidencial, en diciembre de 2015, los bancarios se lanzaron a las
calles y luego se sucedieron las masivas movilizaciones de los docentes para
reclamar las mejoras salariales y la paritaria nacional, arbitrariamente suspendida;
a lo que se le sumó rápidamente el activismo militante de los estatales, y esto solo para nombrar algunos sin desmerecer el resto. La
protesta no cesó desde el primer día hasta hoy, lo cual incluye un vasto y heterogéneo
abanico, desde el ascendente reclamo de los metalúrgicos contra la política
antiindustrialista, hasta seis paros generales de la CGT y la CTA.
En 2017, la resistencia social y sindical no encontró una
correspondencia efectiva en el campo de las relaciones políticas, aún aturdidas
por la derrota electoral, el pase de facturas y la rapidez del cambio regresivo
y depredador operado a nivel país. La profundización de la crisis social, el
nivel de la debacle institucional y la posibilidad de hundir al país aún más de
continuar por esta vía, enseña sobre la necesidad de hacer lo posible para despejar
el riesgo de repetir esa experiencia divisoria. Cristina Fernández es la
principal artífice de esta recomposición nacional, con pasos significativos con
su reunión con sindicalistas, el acercamiento con Moyano, el Partido
Justicialista, el Frente Renovador y sin perder de vista la necesidad de un
programa de país orientado hacia el interés nacional y popular, lo cual se
expresa en su libro “Sinceramente”. Mientras, el oficialismo intenta jugar, recostado
en su núcleo duro de apoyo, y poniendo de relieve al factor Pichetto -con
resultado no garantizado por cierto-, en la operación de persecución política judicial
contra Cristina Fernández, que se agudiza, y el intento por detener la
atracción de gobernadores peronistas a favor de Alberto Fernández.
Pero lo verdaderamente importante es que el pueblo, cada vez
que puede y lo dejan, se expresa en las urnas con decisión. Así lo reclamó
durante los largos 17 años a partir del infausto septiembre de 1955, lo
concretó en 1973 apoyando a Campora primero y a Perón-Perón después; lo hizo en
octubre de 1983 para impulsar la democracia mediante su concurrencia masiva y
entusiasta, y se hizo escuchar fuerte con el 54% de 2011 para apoyar la
reelección de Cristina Fernández. Cada caso, con sus matices y limitaciones,
constituyó una auténtica expresión de autodeterminación popular, donde el
pueblo precisó el rumbo de su destino contra la voluntad de los sectores dominantes.
Más allá de cualquier vuelta política alrededor de la
distribución de los lugares en las listas electorales, no exenta de
mezquindades y personalismos, la unidad encuentra sólidas bases. ¿Cuál es este
fundamento político de fondo para formar un frente de todos? La conciencia
acerca de la necesidad de una confluencia lo más amplia posible de las fuerzas
sociales de raíz nacional, con interés en el mercado interno y el crecimiento
autónomo del país, como lo es la clase trabajadora, para aislar a los sectores
oligárquicos y propinarles, así, la derrota política apta para dar riendas a un
proyecto de nación productivo, soberano y socialmente justo. Los acuerdos entre
dirigentes políticos no siempre tienen un necesario correlato en el
comportamiento electoral de las bases sociales, pero el sentido de las próximas
elecciones no tendrían que ofrecer dudas para las mayorías populares: se juega
su destino de más elemental comunidad.
Claro que la libre manifestación de voluntad popular no estará
a resguardo de interferencias nocivas, como en 2015 cuando operaron los
sicarios mediáticos y judiciales, y que esa ponzoña, seguramente, hará efectos
sobre el sector de la población históricamente colonizado por una idea del desprecio
al país y al bajo pueblo –en especial, la franja etaria de los más grandes-. Una
forma de autodesprecio aún anida entre nosotros, como enseñaba con profundidad
sociológica Arturo Jauretche. Pero la confianza está puesta en que ello no podrá
confundir a las mayorías orientadas en el sentido fuerte de la supervivencia
nacional, como indica las persistencias de un general rechazo al FMI y una
opinión favorable al rol activo del Estado, relevadas en significativas
encuestas[i].
La comprensión que no es una cuestión de partidos sino una cuestión nacional,
es la plataforma de lanzamiento ideológica para retomar la senda nacional y
democrática, y fuente de la esperanza actual.
13/06/2019.
[i] Encuesta
por el FMI: https://www.lanacion.com.ar/politica/el-fondo-monetario-es-organismo-internacional-peor-nid2174523
y https://www.cronista.com/economiapolitica/Encuesta-los-votantes-K-los-que-mas-se-refugiarian-en-el-dolar-20180508-0094.html. Encuesta por el rol estatal: https://www.pagina12.com.ar/95583-el-estado-en-buen-estado.
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