domingo, 2 de junio de 2019

ENTRE DOS MUNDOS // CARLOS MARTÍNEZ SARASOLA




Alrededor de la relación entre el estado y los pueblos indígenas, roe el viejo y rancio nacionalismo aristocrático con su prejuicios propio de quienes creen que es posible amar a la nación y odiar al pueblo al mismo tiempo. Por eso los acusan, sin fundamento, de querer dividir la nación o atentar contra la seguridad nacional,  de ser responsables del atraso del país. De ahí al barranco a la derecha, un pasito. La hilacha del odio de clase les asoma detrás de un palabrerio falsamente patriótico, y cultor de la oligárquica dualidad entre civilización o barbarie. La creencia que un auténtico proyecto de Nación se hace desde y para el pueblo, incluye, por supuesto, a los pueblos indígenas. Una reivindicación necesaria para quienes, a su manera y con sus dificultades políticas y sociales, están entre los más pobres de los pobres, con su riqueza y diversidad cultural, y han dado muestra reiterada a lo largo del continente, salvo alguna excepción aislada, de bregar por la unidad.

Un escritor mejicano, Carlos Montemayor, decía que aún no sabemos cuánto de la cultura indígena ha estado ganando terreno, en vez de perderlo, en las sociedades. Carlos Martínez Sarasola siempre tuvo una voz clara que nos ayudaba a comprender la situación, en el medio de una difícil pero necesaria interculturalidad. La dimensión intercultural de un proyecto nacional, soberano, socialmente justo y democrático. Nos dejó hace poco, pero nos quedan sus libros, artículos y entrevistas.
En el sitio web El Orejiverde, se publica una entrevista a Martínez Sarasola, cuya lectura recomiendo, en el siguiente link: http://www.elorejiverde.com/

Verónica Huilipan, werken de la Confederación Mapuche de Neuquén, señaló en una entrevista lo profundamente perverso de que quienes obligaron a esas comunidades a “desruralizarse”, a urbanizarse, hoy les nieguen su condición indígena porque ya no son rurales.
Claro. Es otra cosa de ignorancia, cuando no de mala intención, porque insisto: en la actualidad el indígena vive no solamente en las comunidades rurales sino también en las ciudades. Es un hecho que se está dando en todo el continente, donde el 50 por ciento de la población indígena vive en los centros urbanos, ¿y acaso ha dejado de ser indígena por eso? Por supuesto que no. Antes se pensaba que sí, que en las ciudades perdía sus costumbres, su identidad. Hoy se sabe y se ve que no, hay infinidad de procesos por los cuales el indígena reafirma su identidad en la ciudad, aunque a algunos pueda que les parezca paradójico. Desde la constitución de barrios urbanos como los que existen en Rosario, que es un caso emblemático, en Buenos Aires también tenemos barrios indígenas, en las afueras de La Plata, en la comunidad de Derqui, con barrios enteros liderados por un cacique… son barrios indígenas dentro de las ciudades, eso es una realidad que está pasando. Son procesos muy novedosos y que mucha gente no los conoce.

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