Las
elecciones primarias del 11 de Agosto tienen un significado profundo
que merece una reflexión permanente y atenta porque marca el inicio
de una nueva etapa política en el país. El resultado electoral
tiene el valioso y notable efecto de dar un paso fundamental para
poner fin al ciclo oligárquico, y constituye una manifestación de
voluntad política de las mayorías populares de rechazo al régimen
de la dependencia impuesto por la alianza PRO UCR. Una nueva
configuración del actuar popular en orden a reorientar la dirección
del país, tanto en lo interno como en las relaciones
internacionales, en un rumbo de producción y trabajo, por lo
primero, y de autonomía, por lo segundo.
Esta
reconstrucción política del movimiento nacional tiene, además, el
significado de quebrar la imposición de la ideología de la
resignación, el miedo y la parálisis, intentada de forma brutal por
los grandes medios de la comunicación concentrada, en alianza
directa con los personeros políticos que nos gobiernan. El
experimento oligárquico, con núcleo en el dominio del centro
político del país –las administraciones de Capital Federal,
Provincia de Buenos Aires y la Nación- pierde la legitimidad
democrática alcanzada en 2015. Lo dicho por Dujovne sobre que nunca
antes un gobierno había llevado adelante estas políticas sin que
pudiera terminar su mandato, puede complementarse con que eso de que
por primera vez quienes las ejecutan llegaron al gobierno con el
apoyo de una elección ganada. Pero ahora esas políticas fueron
repudiadas por una mayoría. Mantiene, sí, su vigencia en un
porcentaje importante de la población asentada, geográficamente, en
el centro de la pampa húmeda y sojera y el núcleo capitalino del
país, y, culturalmente, en la visión autodenigrada de una nación
débil y sometida.
Huellas
de las luchas.
Reflexionar
sobre las huellas profundas aradas por las luchas sociales de estos
cuatro años no sólo es la clave para aproximarnos a una comprensión
más adecuada del presente, sino para pensar y actuar en el futuro
inmediato. El triunfo electoral es el resultado de un proceso de
acumulación tan constante como intensa, que tuvo lugar desde el
inicio mismo del ciclo oligárquico, con el fin de erosionarlo, y en
la que participaron de diferentes maneras y desde lugares distintos
las más variadas organizaciones de trabajadores y bases populares
movilizadas para resistir y confrontar ante los oídos sordos de la
soberbia gobernante. En esa senda de crítica, cuestionamiento y
lucha transitan las fuerzas sociales de raíz nacional, desde los
sectores populares, los trabajadores, los pequeños y medianos
productores rurales e industriales, entre otros. Y allí encuentra
sustento social la fuerza que ahora emerge en este proceso electoral
en dos actos. Ahí estuvieron los sindicatos, más allá de la
parsimonia sospechosa de la cúpula de la CGT, y las organizaciones
sociales, y la masiva rebelión de las mujeres y los jóvenes, de
impronta antimacrista.
Estas
fueron las notas particulares de la
reconstrucción política del
movimiento nacional: resistencia a las políticas de ajuste,
protagonismo de una nueva generación de delegados sindicales,
mujeres en las calles, jóvenes secundarios, trabajadores de la
agricultura familiar de todo el país. Un sentido colectivo de la
patria emerge, en busca de un escenario política propicio para su
realización social. Pese al visible esfuerzo de AF, de colocarse en
el lugar del candidato de la conciliación y el progreso indefinido y
pacífico, con el fin de no adelantar conflictos de intereses que
necesariamente se presentarán en su gestión de gobierno desde el
primer día, los distintos sectores populares y de los trabajadores
enriquecerían el actual proceso electoral con el aporte de sus
perspectivas programáticas propias. Ahora más que nunca la
afirmación que el frente es con todos puede adquirir un sentido
profundo si se colmara de las exigencias concretas de los
trabajadores y del pueblo en general, sin miedo a que ello esmerile
al candidato, quien ha mostrado saber cuidarse bien solo en medios
hostiles. Aquí, al menos, su programa enunciado, que ya es
bastante:
https://info135.com.ar/wp-content/uploads/2019/06/1_4904644835744416195.pdf
En
fin, todo
esto tiene un extraordinario y trascendental significado político,
advertible apenas se lo dimensione en el largo trazo de la historia.
Se trata pues, de un capítulo de la larga lucha de los argentinos y
argentinas, en recuerdo a uno de los tantos notables libros de
Norberto Galasso, en el que el movimiento nacional logra organizarse
y direccionar el destino colectivo de acuerdo al interés nacional y
popular. Reiteramos lo que en una nota anterior, para
reafirmar la vocación democrática de nuestro pueblo para revertir
procesos de enajenación social:
“lo verdaderamente importante es que el pueblo, cada vez que puede
y lo dejan, se expresa en las urnas con decisión. Así lo reclamó
durante los largos 17 años a partir del infausto septiembre de 1955,
lo concretó en 1973 apoyando a Campora primero y a Perón-Perón
después; lo hizo en octubre de 1983 para impulsar la democracia
mediante su concurrencia masiva y entusiasta, y se hizo escuchar
fuerte con el 54% de 2011 para apoyar la reelección de Cristina
Fernández. Cada caso, con sus matices y limitaciones, constituyó
una auténtica expresión de autodeterminación popular, donde el
pueblo precisó el rumbo de su destino contra la voluntad de los
sectores dominantes.” (en
http://cuestionesdelapatria.blogspot.com/2019/06/la-hora-del-pueblo-resumen-nacional.html).
La magnitud del apoyo logrado en
las PASO por
el Frente de
Todos, autoriza a pensar que no se trata de un escenario de opción
por el mal menor, sino del
ejercicio de la
autodeterminación de una mayoría nacional ante
la devastadora regresión sufrida.
Fracaso
oligárquico y esperanza nacional.
Así,
entonces, el modelo oligárquico ha fracasado en su intento de
estabilizarse por medio de las reglas de la democracia, en la
expectativa de contar con el apoyo ciego y suicida de un sector de la
población. La alianza política triunfante tendrá debilidades y
limitaciones, pero fue lo suficientemente apta como para ser la
expresión de una nueva mayoría nacional democrática. Aún así,
nos queda la dependencia y una devastación social, ante la cual sólo
mediante un nuevo ciclo nacional será posible encontrar respuestas.
Ese será el enorme desafío popular, el de transformar el triunfo
electoral en victoria política, mediante el esbozo de las bases para
un proyecto nacional.
Lejos
de cualquier fantasía triunfalista, la derrota del proyecto
oligárquico aún no se ha consumado. Al contrario, pese a que el
duro golpe propinado anuncia ese destino, el largo trecho a de acá
diciembre, con el fundamental hito de octubre, es el escenario fértil
de la reacción revanchista, cuya primera manifestación fue la
devaluación del lunes negro posterior a las elecciones, y la
persistencia voraz de la fuga de capitales, con sus efectos de
destrucción del trabajo y la producción. ¿Cuánto más daño
seguirán haciendo de acá al final de esta odisea oligárquica? Está
claro que sus límites no serán voluntariamente autoimpuestos, sino
elaboración de la marcha que el propio movimiento nacional deberá,
de alguna manera, acelerar.
La
recomposición del movimiento nacional mediante el recurso electoral
se enlaza con la necesidad de la continuidad de esas movilizaciones
de protesta y resistencia, la más amplia participación posible, y
la profundización del debate en el seno del pueblo acerca de la
necesidad de construir un proyecto estratégico, poniendo el eje en
las evidentes y palpables consecuencias del regreso a la dependencia.
Ésta será la base para fortalecer el andar el movimiento nacional,
cuya primera gran tarea será el triunfo en octubre y ponerle límites
al saqueo final hasta diciembre. Después de todo, se hace camino al
andar, según la verdad del poeta español, bien conocida y seguida
por nuestro pueblo en su larga lucha.
22
de agosto de 2019.
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