viernes, 24 de noviembre de 2017

EL DERECHO COLECTIVO A CONOCER LA HISTORIA SEGÚN NORBERTO GALASSO

“El derecho a conocer la historia”, por NORBERTO GALASSO (octubre, 2002). 
VER EN:


La brevedad de esta nota compartida de  Norberto Galasso resalta aún  más su densidad conceptual y la importancia del asunto tratado. En pocas palabras el autor deja planteado los principales fundamentos para un enfoque de derecho del conocimiento de la historia. Así, el acceso al estudio de la historia es un derecho del cual todas las personas somos titulares. Este planteo del acceso al conocimiento de la historia resulta particularmente importante en tiempos de predominio del colonialismo cultural. Éste, en su pretensión de pensamiento único, promovido especialmente desde los grandes medios de comunicación, consiste en una visión social que se justifica a partir de la imposición de grandes mitos sobre la interpretación de la historia. Pero también se afirma en la idea falsa de que solo las elites académicas y universitarias son las predestinadas a esclarecer al bajo pueblo con su sabiduría.  Este elitismo academicista, característico de los ámbitos universitarios, es un factor conservador pese a cualquier declamación de progresismo y pensamiento crítico que pueda invocar. A la vez, en general –salvo excepciones- es de cuño europeísta, lo cual prestigia a quienes se vinculan con universidades europeas o norteamericanas, y completa el cuadro de dependencia cultural.  
El planteo que todas las personas tenemos derecho a conocer la historia cuestiona de raíz la pretensión academicista, y favorece la formulación de una visión desde el pueblo y desde una posición geopolítica en línea con nuestra posición periférica y sureña. Por lo general, los centros académicos y escolares se encuentran asfixiados por corrientes de pensamiento ligadas a los intereses foráneos, o a políticas de gobierno entreguistas y no interesados en la defensa de la formación de una conciencia nacional. Además, aún la teoría más sofisticada y compleja se torna superficial ante la ausencia de una visión histórica que permita situarse en el punto preciso de desarrollo del pueblo al cual pertenece quien intenta conocer. La admisión de la ahistoricidad y el desprecio por el conocimiento de la historia, hacen fácil la reproducción de una visión dominante de la cultura argentina y crean campo fértil para la historia oficial.
La crítica de esta situación y la búsqueda de sendas alternativas, en consonancia con la autodeterminación nacional, no puede ni debe ser interpretado como una manera de soslayar la necesidad de asumir con seriedad el trabajo historiográfico en su aspecto científico, es decir en lo relativo al método, uso de fuentes,  debates entre diferentes interpretaciones, las cuestiones relativas a la heurística y la hermenéutica, entre otros asuntos propios del hacer historiográfico.  No es en desmedro de la actividad docente de miles de profesores de  historia que se ejerce la crítica, sino a favor de motivarlos a salir de los claustros a contar la historia y discutirla con quienes no lo son, a promover su estudio aún fuera de la academia, y a escuchar a la gente del pueblo,  quienes, en definitiva, son los protagonistas de los acontecimientos, o poseedores de un saber en base a testimonios orales.
La formación de la conciencia histórica de nuestro pueblo es lo que lo consolida a la vez como sujeto colectivo en el presente con capacidad de autodeterminarse en el contexto de una geopolítica imperialista desde los grandes centros de poder mundial. Adquiere valor científico, aunque no cuente con el prestigio de la ciencia, la tesis que solo quien sabe de dónde viene y conoce el camino recorrido está en condiciones de poder sacar conclusiones razonadas y fundadas sobre hacia dónde quiere y puede ir, cuáles son sus facultades reales, posibilidades y límites. Por eso, el derecho a la autodeterminación del pueblo es la condición para el adecuado ejercicio de la totalidad de los otros derechos, como los civiles, políticos, sociales, económicos y culturales. De ahí la originalidad y el valor de adoptar un enfoque de derecho para el conocimiento de la historia. La sustitución de las figuras históricas en los billetes de circulación, por inocentes animalitos de nuestra fauna nativa, no debe ser interpretado como gestos sin aparente consecuencia, sino como  una negación de este derecho colectivo.
Esta perspectiva ha motivado la creación de numerosos centros de estudios y culturales, en sindicatos, organizaciones sociales y políticas, desde abajo, con vocación militante la mayoría, donde se debaten ideas y posiciones de una manera mucho más abierta y democrática que en los ámbitos escolares, como el propio Norberto Galasso ha predicado con su extraordinario ejemplo, mediante la formación del Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, cuyas actividades se desarrollan ininterrumpidamente desde 1997, y luego su Corriente Política  y el Centro de Estudios Históricos y Sociales Felipe Varela.
Norberto Galasso termina su nota con un último párrafo que contiene una predicción de época (año 2002) que justo ahora, en estos tiempos de retroceso nacional, debe revivir entre nosotros como un mandato de esperanza para el pueblo, la cual invitamos a leer desde el comienzo.

Javier Azzali, noviembre de 2017.

No hay comentarios:

Publicar un comentario