domingo, 12 de noviembre de 2017

EL ACUERDO MERCOSUR - UNIÓN EUROPEA: UN ACTO DE RENUNCIA A LA SOBERANÍA NACIONAL Y LATINOAMERICANA.

En los últimos días se aceleró el acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea (en adelante, UE), a partir de la visita al país del vicepresidente de la Comisión Europea, el finlandés Jyrki Katainen.
Esta circunstancia merece ser motivo de reflexiones urgentes por las consecuencias de peso en el futuro de nuestros países sudamericanos. La trascendencia está en que el acuerdo con la UE es un acto clave en el armado del modelo de dependencia que se ensaya sobre el país y la región. El contenido geopolítico del pacto entre ambos bloques es la subordinación de los espacios nacionales de nuestra región a los intereses del gran capital financiero y comercial europeo. Por un lado, significa una renuncia a la prosecución de la soberanía nacional sudamericana, como caracterizó al ciclo anterior orientado por estados nacional democráticos. La suspensión de Venezuela de su condición de parte del Mercosur, ya había asestado un certero golpe al organismo regional, por haber desvirtuado el consenso total como regla general. Ahora, el acuerdo con la UE, lo coloca como un instrumento al servicio de los intereses externos a la región. Nos alejamos de los BRICS y la multilateralidad, para subordinarnos al poder financiero internacional en crisis.  
A la vez, esta subordinación económica asume el altísimo riesgo de traslado de la profunda crisis económica del gran capital financiero global, a nuestros débiles espacios nacionales. Si en el viejo continente la Troika golpea, en diferentes niveles, la vida productiva y el bienestar de los pueblos de Grecia, Irlanda, España, Italia, los países del Este, solo es posible proyectar para los nuestros consecuencias peores[1]. El traslado de la crisis del centro del poder financiero global a las regiones sometidas es, justamente, una de las principales características del ejercicio imperialista. La concreción del acuerdo con la UE, sería una fuerte base de apoyo para los proyecto oligárquicos que asolan nuestros pueblos, de perfil antiindustrialista, con eje en la producción primaria y el comercio exterior, aumento de la desocupación y caída del ingreso de los trabajadores.
El acuerdo con la UE.
El inicio del acuerdo con la UE se remonta a 1995, pero se encontraba suspendido a partir del giro latinoamericanista del Mercosur de los últimos años. La UE está, junto con Asia y el norte de América, entre los principales socios comerciales del Mercosur, en particular, en lo que respecta a la exportación de productos primarios, e importación de manufacturas, con un intercambio total que es superior al registrado internamente entre los países miembros. El agro negocio de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, base del tradicional poder terrateniente, se benefician por las exportaciones, especialmente, de carnes y biocombustibles. El etanol es un recurso usufructuado por la oligarquía brasilera, a partir del cultivo de la caña de azúcar, de peso en la matriz energética.    
Al acuerdo se lo intenta justificar desde un supuesto beneficio –nunca bien explicado- de crecimiento de la denominada apertura de mercados y de una igualdad y reciprocidad en el tratamiento entre las partes. El acuerdo involucra definiciones en actividades económicas de servicios financieros, de telecomunicación, energéticas, medioambientales, infraestructura, reglas en asuntos de patentes, propiedad intelectual, inversiones y de competencia, así como brindaría cobertura a la participación de empresas europeas en servicios públicos locales además de las consabidas inversiones directas y, por supuesto, la resignación de la jurisdicción en los litigios. Los fines declarados de progreso y desarrollo, con la cláusula de igualdad de posibilidades comerciales entre los bloques no solo son ilusorios sino especialmente engañosos. Como se ha evidenciado  a lo largo de nuestra historia latinoamericana, los acuerdos de libre comercio con las potencias mundiales esconden la intención de consolidar una relación de dominio y pérdida de soberanía económica, lo cual nos arroja, nuevamente, a la condición de países semicoloniales.
A modo ilustrativo, en materia estrictamente comercial, el acuerdo profundizará el déficit entre lo que se importa y lo exportado, las asimetrías entre el perfil manufacturado de lo ingresado y los productos primarios que se exportan. Además, aumentará la inversión extranjera directa, la que solo es posible darse en una única dirección, la que excluye en la práctica la inversión sudamericana directa en las economías europeas. También, el acuerdo se basa en la reducción de aranceles por parte de los países partes, lo cual solo puede favorecer al viejo continente, cuyos países cuentan con sistemas de regulación y protección propia, más allá de las barreras arancelarias, vía exigencia técnicas, sanitarias y políticas de subsidios.
Las actividades metalúrgicas y textiles son de los sectores industriales más perjudicados, los cuales a su vez son importantes fuentes de trabajo. Cabe destacar, como ejemplo del comportamiento de los actores en escena, que los representantes textiles pidieron en su momento ser excluidos del acuerdo con la UE. Pero ahora observan, seguramente azorados, el compromiso próximo a asumir de reducción paulatina de los aranceles, hasta llegar a cero en unos pocos años. Esto ocurre, justo cuando el presidente de la Sociedad Rural Argentina asume directamente como titular del ministerio de agricultura del país, y el Fondo Monetario Internacional terminó su visita con elogios al rumbo económico de ajuste fiscal y “la restauración de las instituciones”.
En su reciente visita al país, el  funcionario de la Comisión Europea, citado al principio, explicó, con sinceridad, que "hay temas difíciles, como el agropecuario". En efecto, tampoco está exento de resistencia interna en el viejo continente, como el caso de las centrales sindicales europeas y los productores agrícolas, expresada en la posición quejosa de Francia. Tanto el BREXIT como la aparición de diferentes arrebatos autonomistas en Europa, y por sobre todo la llegada de Donald Trump al poder político en los EUA, expresan la disidencia proteccionista en el seno de las economías centrales, frente a la avanzada del poder financiero global, promotor incesante de la mayor desregulación posible. Este, más interesado en liberalizar todo el vasto mercado mundial para ir y venir sin ataduras locales, procura la sobreexplotación de la mano de obra y la subordinación de los países de la periferia, entre los cuales se cuentan los latinoamericanos, y la libre circulación de capitales especulativos de carácter financiero.
El giro proteccionista insinuado por Trump en los EUA, mediante la suspensión del Acuerdo del Transpacífico (TTP en inglés), favoreció el desplazamiento de los intereses europeos hacia el Mercosur, ya que, más allá de que el avance del acuerdo con la UE se venía anunciando desde 2014, lo cierto es que después de todo, en geopolítica, los espacios tienden siempre a ocuparse rápidamente cuando son abandonados. En este caso, el imperialismo menor viene a ocupar el que, parecía estar predestinado a la supremacía de la doctrina Monroe de los EUA. Se lo podría llamar, entonces, el ALCA europeo.
Hace unos años, Bolivia, Ecuador y Venezuela hicieron fracasar los oficios comerciales de la UE hacia la Comunidad Andina de Naciones, quien debió optar por avanzar con acuerdos bilaterales con los países de la Alianza del Pacífico. También, los sindicatos sudamericanos a la par que los europeos, a través de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur y la Confederación Europea de Sindicatos, manifestaron sus fuertes críticas ante la pérdida de puestos de trabajo, retrocesos en las conquistas laborales y el deterioro de las producciones locales.
Es bueno señalar que las fuerzas reaccionarias no se habían quedado quietas durante el ciclo nacional popular. En defensa de sus intereses, y ante las dificultades de avanzar en el libre comercio europeísta, los sectores terratenientes sudamericanos habían intentado un acercamiento a Canadá. Si tenemos en cuenta que este país depende económicamente de los EUA –del cual importa casi el 80% de los alimentos que consume-, ese acercamiento era una manera de acercarse, indirectamente, al gran imperio del norte.
Ahora, el giro del Mercosur impulsado por Brasil y Argentina fundamentalmente, se explica por la relación de fuerza favorable a los proyectos oligárquicos y conservadores en ambos países. Con razón, desde el diario La Nación se le atribuye al acuerdo el carácter de estratégico, lo que desde el punto de vista contrario a los intereses nacionales es estrictamente cierto, ya que sirve para fortalecer la renuncia a una geopolítica sudamericana propia[2]. Un acuerdo de estas características sería un fuerte condicionante para el perfil primario de las economías, de la concentración de la propiedad y uso de la tierra y, por ende, consolidaría los poderes oligárquicos en nuestras sociedades, y un esquema de dependencia y de alta vulnerabilidad externa frente a las crisis internacionales.
El actual desarrollo de los acontecimientos nos exige a sostener la necesidad de la unidad latinoamericana con autodeterminación en el contexto político y económica internacional, como la auténtica condición para el progreso de nuestros pueblos y el principal objetivo histórico a realizar.
 (12/11/2017, por Javier Azzali)

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[1] La Troika está formada por  la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Su tarea consiste en evaluar la situación económica de los países miembros de la UE e indicarles el programa económico a llevar a cabo como condición de obtener algún financiamiento. Esta dominación económico financiera implica una real renuncia a la soberanía económica de los estados más débiles.

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