miércoles, 6 de julio de 2016

UNASUR y los caminos de la Patria Grande



El regreso de los movimientos nacionales populares en Sudamérica y la convergencia de sus políticas a favor de la integración y autonomía regional es uno de los hechos fundamentales de la época contemporánea.
Para entender la importancia de todo esto, es bueno recordar que hasta no hace mucho alertábamos sobre la posible recolonización del continente por parte de los EUA, la que como decía Vivian Trías, en el siglo XX se hizo con la consigna de integrar para reinar, al contrario que Gran Bretaña y su táctica divisionista del siglo anterior. Esa vía hegemonizadora neocolonial se sostiene, en lo económico, esencialmente a partir de los acuerdos de libre comercio, y en lo militar con la instalación de diversas bases militares en puntos geográficos estratégico, así como con las cruzadas antidrogas en una suerte de nueva doctrina de seguridad regional. Así tenemos, además del Plan Colombia, el Plan Puebla-Panamá y la insistencia con el ALCA como profundización de las políticas económicas de ajuste y endeudamiento externo que llevaban a cabo los países a partir de los lineamientos del Consenso de Washington, cuya consecuencia principal fueron el atraso y la dependencia. Los acuerdos de libre comercio entre EUA y los países de la Cuenca del Pacífico han sido una muestra del avance en esa dirección de la política imperial: Chile (2004), Centroamérica (2004), Colombia, (2006) Perú (2006) y, muy especialmente, México prematuramente a partir de 1994 -este último víctima de la violencia propia del narcotráfico, factor disolvente de cualquier nación y que a esta altura parece ser algo así como la fase superior del neoliberalismo-. La estrategia era unificar bajo la liberalización comercial y financiera, con el dominio del capital especulativo transnacional, siendo además que de su voracidad ni Europa se salvó, ya que con el Tratado de Maastricht (1992) se estableció la unificación de la política monetaria y financiera para la denominada eurozona que quedó a merced de las elites económicas. Vale precisar que, en nuestro país, desde esa tribuna de doctrina conservadora que es el diario La Nación, se identificaba esta vía de integración imperialista bajo el rótulo de “el futuro de la democracia”.
Pero ahora una nueva forma de integración se consolida con la UNASUR, posibilitada con el rechazo al ALCA (2005).  En diciembre de 2004 con la Declaración de Cusco se creó la Comunidad Sudamericana de Naciones y, en abril de 2007 en la I Cumbre Energética Sudamericana cambió su nombre por el de UNASUR, bajo la consigna de “desarrollar un espacio sudamericano integrado en lo político, social, económico, ambiental y de infraestructura”. En 2007 se impulsó la creación del Banco del Sur ante la necesidad de “una nueva arquitectura financiera regional, orientada a fortalecer el papel del continente en el mundo financiero y comercial globalizado y beneficiar el aparato productivo que priorice las necesidades básicas de nuestros pueblos”. A esto se suma la promoción de un sistema multilateral de pagos y un fondo de reservas, así el fundamental desarrollo de obras de inversión a escala sudamericana, como el gasoducto Juana Azurduy entre Bolivia y la Argentina, que tiene una extensión de 48 km y que permitirá abastecer con gas boliviano la demanda de una parte importante del  norte argentino. La concreción de proyectos como Telesur (2005, con sede en Caracas), con el significativo lema de “nuestro Norte es el Sur”(donde la palabra sur significa un “concepto geopolítico que promueve la lucha de los pueblos por la paz, autodeterminación, respeto por los Derechos Humanos y la Justicia Social”) expresa también la vitalidad de unidad regional –está solo integrado por países latinoamericanos- y la vocación por una comunicación autóctona independiente del complejo mediático de los países más poderosos vinculado a los intereses del capital financiero transnacional. Como se ve, todo lo contrario a la política de integrar bajo el dominio de las elites mundiales del capital financiero, impulsada por EUA y la OMC.
La creación de la UNASUR como una instancia supranacional no va en desmedro de las soberanías de los países que la integran, al contrario, las políticas de unidad potencian la única y viable forma de ejercer el poder político y económico, bajo la forma de la soberanía de la Patria Grande para llevar a cabo las realizaciones democráticas, de integración productivas y de liberación incumplidas en nuestro continente. La actual experiencia de unidad sudamericana es necesario observarla desde el trazo largo de la historia, de ahí que aquello de que somos argentinos porque fracasamos en ser latinoamericanos sigue siendo una de las claves del presente. La cuestión nacional se realiza en la unidad latinoamericana, en la que todo el tiempo parecen fundirse reclamos populares y tareas democráticas, característica  propia de los movimientos nacionales guiados por liderazgos fuertes, como parece ser el caso de varias experiencias políticas contemporáneas. En cualquier caso, la consolidación de la UNASUR es expresión del ejercicio de una soberanía sudamericana a partir de la vocación de unidad de los Estados sudamericanos, y desde una interpretación federal y latinoamericana de la historia, simboliza la reactualización del antiguo proyecto de unidad territorial enarbolado por San Martín, Bolivar y Artigas hace doscientos años.
Javier Azzali
Septiembre, 2011

(publicado en Señales Populares)

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