Las Naciones Unidas han aprobado un documento con
nueve principios para regular la reestructuración de las deudas
externas de los estados y que limita a los fondos buitres, con
fundamento en el derecho al derecho soberano de los Estados
para reestructurar su deuda, a la inmunidad soberana y al desarrollo
inclusivo. Si bien todavía falta pasar por el
difícil tamiz de la aprobación de la asamblea general de los
Presidentes, lo cierto es que se trata de un hecho de trascendencia
porque se avanza en el sentido señalado por Argentina y por
la Presidenta en su notable último discurso ante la ONU. Nuestro
país ya en el 2014 había logrado una victoria resonante al
aprobarse su iniciativa para crear una legislación anti-buitre, con
el apoyo del G-77 más China y el no menos significativo voto en
contra de los Estados Unidos.
Los fondos buitres son la punta de lanza de la
dominación económica. Se tratan de poderosísimos grupos económicos
que especulan comprando deuda de países en grave crisis o en quiebra
directamente, para obtener judicialmente en el mediano plazo el cobro
de un monto muy superior al de compra. En los hechos, han funcionado
como fuerza económica de choque contra las reestructuraciones de
deuda externa, golpeando duramente cualquier intento de autonomía
financiera por parte de los estados, no permitiéndoles recuperarse y
empujándolos otra vez a los ajustes fiscales, privatización y
endeudamiento. Recrean la utopía conservadora del fin del Estado,
propia del neoliberalismo. Con acierto, nuestro ministro de economía
dijo que actualmente lo que no nos puede hacer el FMI ha quedado en
manos de los fondos buitres. La presidenta en la reciente Cumbre de
Brasilia de MERCOSUR les puso el cascabel al gato, cuando comparó su
actual accionar con el la represiva Operación Condor de los setenta.
En verdad, estos depredadores sociales globales
–nuevamente cito una frase de la Presidenta- son una manifestación
del predominio de una oligarquía financiera que el economista
francés Francois Morin denomina “la hidra mundial” y “banda
organizada”, que ha acentuado, a escala mundial, la dependencia de
los estados respecto de los poderes concentrados. Este capital
financiero concentrado es una oligarquía cuya principal área de
actuación es la industria militar petrolera de los EUA, con la cual
intentan someter a la civilización entera. En este marco, los fondos
buitres representan la avanzada contra los países periféricos o
semicoloniales –como Ecuador y Vietnam, para dar solo dos ejemplos-
por parte de una patrulla imperialista con raíces en el mismísimo
partido republicano. Es el caso del multimillonario Paul Singer o del
candidato presidencial de los EUA Donald Trump, para quien la
crisis en España es una oportunidad porque “está enferma y toca
aprovecharse” (Revista Forbes de México, 09/2014).
El caso de Grecia es clave para el futuro de occidente porque allí
se han impuesto las decisiones de la Troika, a través del Banco
Central Europeo y Alemania, para que su pueblo se someta al ajuste
fiscal y las privatizaciones, pese a que había votado su rechazo. La
falta de un programa alternativo claro –vg. salida del euro-,
parece haberlo encerrado en la impotencia política. Es predecible
que esta sumisión económica se extienda a los otros países de la
eurozona que no casualmente comparten el descalificativo de PIGS
–cerdo en inglés- (Portugal, Irlanda, Grecia y España), en un
enfrentamiento entre esa “banda organizada” y la soberanía
popular cuyo desenlace parece, por ahora, oscuro.
En este escenario de despliegue del capitalismo en su versión más
depredadora, la presión de los fondos buitres sobre nuestro país
expresa de esta manera una estrategia fuerte de parte del poder
financiero imperialista para debilitar esa posición de autonomía y
lograr una regresión conservadora. La consigna “patria o buitres”
es una invención del ingenio político de las bases para sintetizar
la disputa política principal de estos tiempos, hija de la histórica
“patria sí, colonia no”.
El debate internacional respecto del tratamiento de la deuda externa
pone en evidencia la división mundial de los países, entre un
bloque imperialista y una mayoría de condición semicolonial y
dependiente, y el regreso de los capitalismos autóctonos como forma
de lucha nacional. Aunque estas economías nacionales para ser
viables en la etapa actual de globalización financiera exigen, al
menos, desarrollarse en grandes espacios continentales, y un decidido
protagonismo de las masas populares en la vida política interna de
los países. Un motivo más para tomar conciencia de la necesidad
histórica de alcanzar la unidad latinoamericana, con propuestas tan
trascendentales como las de crear una arquitectura financiera propia
como fuente de ahorro nacional latinoamericano.
En fin, la propuesta de regulación anti buitre es parte de un
proceso histórico largo y difícil, en un mundo caracterizado por el
predominio global capitalista especulativo y la ausencia de una
alternativa real y no meramente teórica, tras la caída del
socialismo de la Unión Soviética. Pero parece, por ahora, el único
camino posible como manifestación actual de resistencia a esa
oligarquía financiera depredadora. Su instauración e implementación
será una prueba de fuego para el futuro de las Naciones Unidas como
sistema político internacional, y para los estados que pugnan por
darle un contenido más democrático como el caso de los de nuestra
América.
JA
Publicado en Señales Populares
Agosto de 2015
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