viernes, 8 de julio de 2016

Neoliberalismo, movimientos sociales y renacer de los movimientos nacionales en América Latina.


Neoliberalismo, la otra década infame

por equipo de formación
Corriente política E.S.Discépolo


 
El modelo de hombre y sociedad

El neoliberalismo, como toda teoría política y social, sustenta un modelo de hombre y de sociedad. En su planteo, mantiene inalterable los rasgos esenciales del liberalismo económico desarrollado hace dos siglos, aunque se trata de un liberalismo que debe dar respuesta a la presencia de economías socialistas, de Estados de Bienestar en los países centrales y de Estados Populares en los países dependientes.
Los propagandistas del liberalismo partían de una naturaleza humana egoísta y concebían a la sociedad como un orden creado por los individuos sin que tengan conciencia de ello. La búsqueda del propio interés por cada individuo redundaba en el bien común gracias a la intervención de una “mano invisible”: el mercado. Es decir, la búsqueda egoísta del bien privado produce el bien general sin que medie la voluntad ni la conciencia de los hombres; sólo deben intervenir las leyes económicas del mercado.
Como vemos, el modelo de sociedad que proyectan liberales y neoliberales es profundamente individualista. Por eso, uno de sus principales blancos de ataque serán las organizaciones sindicales y las solidaridades que allí se generan entre los trabajadores, en tanto constituyen un elemento corrosivo de las “leyes económicas naturales” y son un impedimento a la libre acumulación de las ganancias en manos capitalistas. Claro que, al mismo tiempo, los neoliberales van a impulsar ciertas formas corporativas como la formación de lobbies sobre intereses concretos.
El neoliberalismo apunta en América Latina directamente a destruir los movimientos nacionales y populares que desafían la supremacía del imperialismo a nivel mundial. Su objetivo concreto será derrotar a los gobiernos que impulsan los movimientos de liberación y eliminar las conquistas populares que se llevaron adelante gracias a la acción del pueblo en su conjunto.

Modelo de estado

De lo anteriormente dicho, se desprende que para el neoliberalismo la función del Estado tiene que ser la de velar por el libre funcionamiento de las leyes mercantiles de la oferta y la demanda, pues ello redunda en beneficios generales; en cambio, la intervención del Estado en la economía es negativa en tanto entorpece el libre movimiento de dichas leyes y quiebra el orden natural.
En este sentido, los neoliberales consideran al Estado una interferencia parasitaria y se oponen a todo tipo de asociación o colectivo que obstaculice los emprendimientos privados. De ahí su obsesión por privatizar diversas áreas sociales y por conseguir la flexibilización laboral.
De todos modos, la posición de la matriz neoliberal frente al Estado es paradójica, ya que si por un lado rechaza la intervención que pueda tener vedando la iniciativa individual espontánea y las leyes económicas, por otra parte reivindica sin reparos un estado autoritario y policial, necesario para garantizar la seguridad de los individuos, la propiedad privada, el funcionamiento de la “mano invisible”, la competencia y el lucro. Por esto el liberalismo económico congenia perfectamente con dictaduras militares y gobiernos autoritarios1. De hecho, la primera experiencia de implantación del neoliberalismo en América Latina se dio en Chile bajo la dictadura de Pinochet. Pero no fue un caso aislado. Con la Doctrina de Seguridad Nacional como fundamento ideológico se implementará un plan continental de sangrientas dictaduras (Plan Cóndor) que impondrán el disciplinamiento social, la sumisión a Estados Unidos y que echarán las bases para un profundo proceso de reestructuración económica que será completado por los gobiernos democráticos. Así, al ciclo que inaugura Banzer en Bolivia en 1971 le seguirá en 1973 el golpe de Pinochet en Chile y el inicio del proceso en Uruguay, en 1975 caerá Velasco Alvarado en Perú y en 1976 será el golpe en Argentina. El cuadro regional se completa con las dictaduras que ya existían en Nicaragua, Guatemala, Paraguay, El Salvador, Brasil, etc.
El disciplinamiento que supuso la represión militar allanó el camino para que sea durante la década de los ´90 y bajo gobiernos democráticos cuando se implante el neoliberalismo en su forma más extrema. Con la caída de la URSS, Estados Unidos decreta el fin de la historia y la existencia de un único camino a seguir. Ahora sí el recetario del Consenso de Washington se constituye en el programa de gobierno de todos los países de la región: Sánchez de Lozada en Bolivia, Menem en Argentina, Fujimori en Perú, Fernando Collor de Melo y Enrique Cardoso en Brasil, Sixto Ballén en Ecuador, Lacalle en Uruguay, Salinas de Gortari en México, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera en Venezuela…

Las "recetas neoliberales”

Si bien el neoliberalismo es una teoría política que nace luego de la Segunda Guerra Mundial como reacción al Estado de Bienestar en los países centrales y a los Estados populares en los países del llamado Tercer Mundo, recién comenzará a implementarse cuando los modelos económicos de posguerra entren en crisis hacia la década del ´70. En EEUU las políticas neoliberales las comenzará a implementar Reagan y en Inglaterra Tatcher. Para América Latina, significarán una verdadera política de saqueo, trasladándose recursos económicos a grandes grupos económicos-financieros externos y locales.
El neoliberalismo va a tener como eje la búsqueda de la estabilidad monetaria, para lo cual el equilibrio presupuestario, el achicamiento del gasto público y, sobre todo, el retraso de los salarios, serán esenciales. Para esta teoría, la inflación es consecuencia fundamentalmente del aumento de los salarios, por lo que la creación de una tasa “natural” de desempleo o “ejército industrial de reserva” que quiebre al mismo tiempo el grado de negociación de los sindicatos, es sumamente importante. Se produce, entonces, un desplazamiento de mano de obra que queda relegada y que pasa a ser una población excedente, una población que sobra y que no se la va a emplear nunca: son los excluidos. A la vez, se genera una hiperexplotación de los que sí pueden conseguir trabajo, que tienen que trabajar más horas y les pagan menos. Al despojo de los salarios se añaden otros dos más. Por un lado, el despojo de los “salarios indirectos”, es decir, el de todos los beneficios que otorgaba el Estado popular (buen sistema educativo, de salud, planes accesibles de vivienda, etc.). Por otro lado, el despojo a través del aumento de los servicios de las empresas privatizadas.
Bajo esta matriz de pensamiento, como sostienen Eric y Alfredo Calcagno,"se eleva a la categoría de objetivos a los que son sólo instrumentos. Así, no se toman como metas la homogeneidad social, la eliminación de la pobreza, la industrialización del país o la autonomía nacional para decidir su futuro. Se presentan como objetivos supremos los que en rigor son instrumentos o metas macroeconómicas, tales como el equilibrio fiscal y de comercio exterior, las aperturas comercial y financiera externas, las privatizaciones y la eliminación de la legislación que establece los derechos laborales"2.




Emergencia de los movimientos sociales

El modelo neoliberal supone, entonces, una reestructuración productiva y, simultáneamente, una reforma del Estado. Son estos procesos complementarios los que producen el surgimiento de formas alternativas de lucha para resolver los problemas sociales. Por un lado, expresan una continuidad con las protestas y las revueltas populares previas, pero a la vez, adquieren un aspecto diferente ante la exacerbación de las desigualdades sociales, el crecimiento de la desocupación, la marginalidad y el retroceso del Estado en ciertas áreas. Surgen así los movimientos sociales
Antes de la arremetida neoliberal, el descontento social se expresaba casi exclusivamente en huelgas o boicots realizados por trabajadores que estaban integrados en la economía formal; era el movimiento obrero el que actuaba a través de la lucha sindical. Aunque estas expresiones no hayan desaparecido, el hecho de que existan sectores cada vez más importantes de la población por fuera de los límites del campo laboral provocó el surgimiento de nuevas formas de acción política, alejadas de aquellas que prevalecieron hasta los ’70, cuando la organización apuntaba a una lucha por el acceso al Estado.
Los movimientos sociales cuentan con algunas características comunes. Algunas de ellas son: 1) territorialización en nuevos espacios que remplazan a aquellos que entraron en crisis como forma aglutinadora (la fábrica, por ejemplo); 2) buscan construir una autonomía material y simbólica, tanto del Estado como de los partidos políticos; 3) apuntan a revalorizar formas identitarias y culturales que exceden la noción de ciudadanía (la identidad étnica en algunos casos); 4) tienen la posibilidad de generar sus propios intelectuales y dirigentes, haciéndose cargo de la educación por sí mismos; 5) otorgan un papel fundamental a las mujeres; y 6) generan nuevas formas de organización del trabajo.
Sin embargo, no hay que creer que los movimientos sociales constituyen una ruptura total con el pasado, pues para poder comprenderlos no basta sólo recurrir al momento de aplicación de las medidas neoliberales, sino que es necesario integrarlos a la tradición de lucha por reclamos históricos no resueltos como puede ser la cuestión de la tierra. Es decir, en lugar de abordarlos en las formas específicas en que llevan adelante la lucha, es necesario integrarlos en un proceso revolucionario de larga duración y en la recuperación de viejos reclamos bajo nuevos contextos.
Los movimientos sociales nacen entonces como un actor nuevo que emerge de las novedades socio-económicas y políticas que la realidad plantea bajo el neoliberalismo. Pero aún cuando adquieren protagonismo y participan políticamente en un nuevo nivel, es importante no perder de vista la continuidad y resistencia de otras estructuras populares de lucha. La presencia mayor o menor de los movimientos sociales en la realidad política nacional tiene mucho que ver con cómo entra y sale cada país del neoliberalismo: la existencia previa o no de un nivel determinado de industrialización, el proceso más o menos avanzado de desestructuración de esta estructura productiva, el que se haya dado una dictadura en el país o no, etc.

Neoliberalismo en la Argentina: La Dictadura (1976-1983)

El 24 de marzo de 1976 significó el comienzo de una era de terrorismo político y económico. En lo político-social, la represión arrojó 30 mil desaparecidos e impuso un férreo disciplinamiento; en lo económico, significó la instauración del modelo neoliberal.
El golpe estuvo dirigido a terminar con los ideales de una sociedad más justa y a llevar adelante una reconversión de la estructura económica del país. Estos objetivos son complementarios en tanto, como señala Galasso, la clase dominante “…se ha propuesto reconvertir la economía argentina y como en toda reestructuración profunda en perjuicio de las masas populares –al estilo del modelo mitrista de 1862- su implantación se hace a sangre y fuego para aplastar la resistencia de las víctimas”3. La analogía con el mitrismo no es menor. Si a la etapa inaugurada en 1862 se la conoce como “Proceso de Organización Nacional”, la que comienza con Videla se autodenomina “Proceso de Reorganización Nacional”.
Por último, hay un tercer factor que explica el golpe: las ambiciones del imperialismo norteamericano. EE.UU. finalmente pudo lograr un claro predominio sobre nuestra economía. Impedido anteriormente por la experiencia peronista, caído Perón se produjeron inversiones con Frondizi y desnacionalizaciones con Onganía, pero el gobierno de Lanusse –de tendencia probritánica- y la vuelta del peronismo constituyeron trabas a su primacía. De la mano del Ministro de Economía Martínez de Hoz se produce, ahora sí, el desembarco imperialista yanqui. Él y sus colaboradores –los “Chicago Boys”- son hombres ligados estrechamente a la Banca internacional, al FMI y/o a grandes empresas norteamericanas.
El modelo que impone el neoliberalismo es el del “crecimiento hacia afuera”, para lo cual el “bajo costo” argentino (léase, disminución de los salarios) es condición ineludible.
La actividad financiera, necesaria como subconjunto dentro de la economía real, pasa a convertirse en un fin en sí mismo y a incubar a la clase dominante local. Se conforma un nuevo grupo que engrosa el antiguo bloque oligárquico. Ya no sólo se trata de recrear el viejo país agroexportador de la oligarquía tradicional sino que estamos en presencia de un “capitalismo financiero dependiente” o un “capitalismo especulativo periférico”. Por todo esto se entiende que el modelo neoliberal es implementado por, y beneficia a, los grandes grupos financieros locales e internacionales.
Una característica de este modelo fue el enorme crecimiento de la deuda externa. Si en una primera etapa (1976-1983) la deuda sirvió para la especulación financiera y la fuga de capitales, en un segundo momento (1991-2001) hizo funcionar a la convertibilidad cubriendo los déficits crónicos fiscales y externos, pero en ninguno de los casos sirvió para estimular la actividad productiva. Esta situación de endeudamiento para pagar deuda llegó a su límite cuando se cortó ese torrente exterior. O sea que si en 1976 se recurrió a crédito externo sin que se lo precisara, luego pasó a convertirse en una necesidad intrínseca al funcionamiento del modelo.
El endeudamiento constituyó, como a lo largo de toda la historia desde aquel empréstito en 1824, un instrumento de dominación por tres razones: 1) fue un instrumento de saqueo por la succión de riquezas; 2) fue una vía de sumisión semicolonial por la imposición de políticas económicas expoliadoras a las que nos sometía el FMI, cuyo aval para recibir créditos era indispensable; 3) sirvió para la instalación y consolidación de grupos políticos y económicos hegemónicos y estuvo indisolublemente unida a la corrupción. Por todo esto, se trató de uno de los mecanismos más importantes que sirvieron para desmantelar el Estado creado desde 1945 e implantar el nuevo modelo económico rentístico-financiero.
Para explicar el endeudamiento en la primera etapa señalada (1976-1983), debemos remarcar que se conjugan dos factores. Por un lado, la alta liquidez de la banca internacional por los depósitos de los “petrodólares” en los bancos norteamericanos y, por otro lado, la avidez de la clase dominante nativa de hacer negocios financieros evadiendo dinero y fugándolo al exterior. Es decir que, al igual que lo sucedido al solicitar el primer empréstito en 1824 (Baring Brothers), el endeudamiento es producto más de una imposición externa (por la gran liquidez de los bancos) y un deseo de los grupos financieros locales de especular con las divisas, que una necesidad real interna de capitales por parte del país.
Para poder fugar capitales fue necesaria la sanción de la ley de Entidades Financieras en 1977, que eliminó todo tipo de regulación del mercado financiero. Así, la deuda externa empieza su crecimiento exponencial.
Todo esto genera una distorsión en tanto se vuelcan a la especulación financiera recursos que deberían ir al sector productivo. Combinado con la apertura económica (disminución de los aranceles aduaneros en 1977/1978) y el peso sobrevaluado, se llega a una destrucción de gran parte del aparato productivo nacional y se facilita la extranjerización de la economía.
En 1980 llega a su fin la etapa de los “petrodólares” y de las tasas de interés internacionales bajas. Los bancos empiezan a exigir el pago de los intereses. Se pasa a una etapa distinta: los bancos tienen que prestar para seguir cobrando, es decir, la deuda ahora es para pagar más deuda. Este círculo vicioso lo agrava la estatización de la deuda privada que se hace en 1981 a través de lo que se conoce como los “seguros de cambio”. Este es un mecanismo financiero mediante el cual las grandes empresas, endeudadas en dólares, se aseguran cierta cantidad de dólares para dentro de uno o dos años pero al precio de hoy. La diferencia entre ambas cotizaciones la cubre el Estado, lo que origina una enorme transferencia de la deuda privada al erario público. Las empresas beneficiadas serán las mismas que tiempo después, asociadas al capital extranjero, se quedarán con las empresas privatizadas.
Se conforma, entonces, un nuevo sector dentro del bloque oligárquico que siente reverencia por los sectores anteriores e incluso se liga matrimonialmente a ellos: Macri, Techint, Fortabat, Pérez Companc, Bulgheroni, Pescarmona, etc., etc. Se trata de empresarios nacidos al calor de la Segunda Guerra, que crecieron bajo el peronismo pero que de burguesía mercadointernista se convierte durante la dictadura en una burguesía transnacionalizada, que se sustenta en la exportación y por ello necesita del “bajo costo argentino”.

Neoliberalismo en democracia, el Alfonsinismo (1983-1989)

Con el terror instaurado por la dictadura se debilita la resistencia popular y el neoliberalismo pasa ahora a aplicarse bajos gobiernos elegidos por el voto. No es que no haya resistencia, y por lo tanto represión, pero el aspecto más dictatorial deja su lugar a una democracia formal donde los políticos tradicionales pasarán a ser instrumentos al servicio de las empresas trasnacionales.
Durante el alfonsinismo la política de saqueo continúa. Si hasta 1985 hubo cierto intento de una política distinta, el inicio del Plan Austral señala el fin de toda expectativa: la apertura económica, la privatización periférica, el ajuste en perjuicio de los trabajadores por directivas del FMI, el Plan Houston para fomentar inversiones extranjeras en petróleo, el Plan Primavera de 1988, etc. marcan la claudicación del gobierno, lo que en el plano político se corresponde con la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
El gobierno no puede seguir haciendo frente a la deuda y cesan los pagos a los bancos extranjeros. Comienzan los primeros intentos de cobrarse la deuda mediante empresas públicas. A su vez, se aplica una devaluación pero sin avisar a los “amigos”. El golpe de mercado y la hiperinflación marcan el fin.

Menemismo y Delaurrismo (1989-2001)

Todavía el peronismo constituía un impedimento para la preponderancia absoluta de los Estados Unidos. Durante el gobierno de Alfonsín, las propuestas privatizadoras habían sido obstaculizadas por los diputados justicialistas y los 14 paros de la CGT conducida por Ubaldini amenazaban las políticas antipopulares. Era necesario derrotar al peronismo y a los trabajadores definitivamente. Las paradojas de la historia hicieron que la reconversión económica y la destrucción del protagonismo popular fuera terminada por el propio justicialismo.
¿Cómo explicar semejante traición? La causa obedece a la traición de una de las columnas de sustentación del peronismo: la burguesía mercadointernista se trasnacionaliza y pasa a conducir al movimiento colocando al partido a su servicio.
El disciplinamiento que generó la hiperinflación allanó el camino para la implementación de políticas recesivas. El menemismo sanciona la Reforma de Estado mediante la cual abre el camino a las privatizaciones, acuerda con el FMI, se establece la convertibilidad sobrevaluando el peso, abre la economía a los productos importados, etc., etc.
Bajo el gobierno de De la Rúa el modelo llega a su fin. Los infructuosos intentos del Blindaje Financiero de Machinea y el “Ajustazo” de López Murphy hacen regresar a Cavallo al ministerio de Economía. El último intento es el Megacanje. Pero ante la salida de divisas se implementa el corralito y la reacción popular alcanza ahora a los sectores de clase media, que pasan del televisor a la cacerola. El estado de sitio y la represión caracterizan el final del gobierno.

La resistencia popular

¿Quiénes fueron los que se opusieron a las políticas neoliberales en los ´90? Si bien podemos encontrar a sectores del sindicalismo organizado representados por Hugo Moyano (MTA, CGT rebelde), también está presente el surgimiento de una nueva central, la CTA, que nuclea a sindicatos pero también a una variada gama de organizaciones sociales. Surgen asimismo las organizaciones piqueteras: son los trabajadores desocupados que no pueden luchar en el sindicato como antaño y que encuentran en el territorio barrial un nuevo lugar de resistencia. Ante la imposibilidad de luchar haciendo huelgas, realizan cortes de ruta.
A estos sectores se les sumó luego la clase media, que había votado ilusionada a De la Rúa y terminó desencantada por el corralito.

Emergencia del Kircherismo (2003-2010)

Hemos visto que los ´70 encontraron a buena parte de América Latina sumida en dictaduras militares y que en los ´90 se implementó el neoliberalismo más extremo en todos los países de la región. Del mismo modo, hoy nuevos vientos recorren estas tierras. La experiencia argentina liderada por Néstor y Cristina no es un caso aislado; en toda Latinoamérica hay nuevos gobiernos nacidos tras el derrumbe neoliberal y que expresan los intereses de las mayorías populares. Cada uno con su propia dinámica, con una mayor o menor radicalidad, pero todos buscando transitar los caminos de la integración latinoamericana. En este sentido, la derrota del ALCA, el afianzamiento del MERCOSUR, la creación de UNASUR, son sólo algunos de los avances concretos que se han hecho en pos de lograr la unidad con la que soñaron San Martín, Bolívar, Artigas, Felipe Varela, Perón, el Che…
Así, actualmente encontramos al chavismo en Venezuela, a Evo en Bolivia, a Daniel Ortega en Nicaragua, a Lugo en Paraguay, al Frente Amplio en Uruguay, a Lula en Brasil, a Correa en Ecuador, al Frente Farabundo Martí en El Salvador… a los que podemos sumar la anteriormente solitaria Cuba.
Claro que no todos los países del continente están en esta misma sintonía. Un claro ejemplo lo constituye Colombia, fiel aliado norteamericano que ha permitido la instalación de bases militares en su territorio, lo que constituye un claro peligro ya que los “marines” no suelen respetar las fronteras. A su vez, recientemente la derecha neoliberal se ha impuesto en Chile.
La única garantía para no volver a los viejos modelos neoliberales parece ser la profundización de los cambios emprendidos y la movilización y organización popular.
El kirchnerismo rompe la lógica del modelo neoliberal y comienza a caminar por la senda de una política nacional y popular.
Respecto a la deuda externa, se verifica una política de desendeudamiento que reconoce dos hechos significativos: el canje de deuda que logró una quita histórica cercana al 70% y el pago al FMI, poniendo fin a sus condicionamientos y monitoreo constante.
La producción vuelve a estar en el centro de la actividad económica. Se busca subordinar a la banca y que su función sea brindar créditos para la reactivación industrial. Sin lugar a duda, la estatización de las AFJP fue un duro golpe al sector financiero y permitió recuperar una gran masa del ahorro argentino para volcarlo al desarrollo nacional. Sin embargo, la no eliminación de la Ley de Entidades Financieras de 1977 y la negativa a gravar la renta financiera constituyen una asignatura pendiente que es necesario abordar para enterrar el viejo modelo neoliberal y señalan una contradicción del gobierno.
Se discuten salarios luego de muchos años y comienza a cuestionarse aquella falsa idea de que el salario es la raíz de la inflación.
Se nacionalizan empresas estratégicas (Correo, Aguas, Aerolíneas, Fabricaciones de aviones en Córdoba, AFJP) y el estado vuelve a asumir un rol protagónico, llevando adelante importantes inversiones en obra pública.
En una cumbre en Mar del Plata se destierra la amenaza imperialista del ALCA. Se abandona aquello de las “relaciones carnales” con los Estados Unidos y se retoma la senda de una política de integración latinoamericana.
A su vez, es importante recalcar la política de derechos humanos del gobierno, por ejemplo la anulación de las leyes de la impunidad y el avance de los juicios a represores.
La pelea por la 125 fue de hecho una disputa alrededor de la Renta Agraria diferencial, que como vimos, es una problemática que atraviesa la historia argentina en particular de una manera muy profunda. La forma en que se desarrolló este conflicto sirvió para deslindar al campo nacional del antinacional.
Existen, sin embargo, limitaciones en el movimiento nacional y popular. El kirchnerismo avanzó en medidas sin una estructura política que aglutine al movimiento nacional. Eso recién se está buscando a partir de los últimos tiempos, pero no se puede dejar de considerar como una contradicción fundamental hacia el interior del campo popular que marca ciertas marchas y contramarchas y limitaciones que es necesario tener en cuenta a la hora de caracterizar al kirchnerismo.
En el último año (2009) tres nuevas medidas buscan profundizar el rumbo pese a la derrota electoral del 28 de junio de 2008: la asignación universal por hijo, el Plan Argentina Trabaja y la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.


1 ARGUMEDO, A., Los silencios y las voces en América latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular, Buenos Aires, Colihue, 2004.
2 CALCAGNO, A. E. y CALCAGNO, E., Argentina. Derrumbe neoliberal y proyecto nacional, Buenos Aires, Le monde diplomatique, 2003, 15p.
3 GALASSO, N., De la Banca Baring al FMI. Historia de la deuda externa argentina, Buenos Aires, Colihue, 2002, 211p.

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