viernes, 8 de julio de 2016

Memoria colectiva y revisionismo histórico popular (2011)


Los represores Astiz y Acosta, entre varios más, fueron condenados a prisión perpetua por sus crímenes contra la humanidad cometidos en la Esma, el principal campo de concentración de la última dictadura militar. En la misma semana del triunfo popular superando la mitad más uno de los votos de la Presidenta Cristina Fernández, después de años de proceso y a más de treinta años de los crímenes, la justicia condenó a los asesinos de Rodolfo Walsh y Azucena Villaflor entre muchas víctimas más. En el país hay 262 condenados y 14 juicios orales en curso. Estos juicios son un aporte fundamental a la memoria colectiva del pueblo. ¿Hubiera sido posible la transformación social vivida desde el 2003 sin estos juicios? ¿Qué relación hay entre el proyecto nacional y la justicia contra los crímenes de la dictadura? Un ensayo de respuesta viene por señalar que se trata de la recuperación de la memoria colectiva. Esta memoria no es un mero recordatorio de hechos pasados, sino un acto por el cual al pasado se lo reinterpreta y a partir de ahí se le otorga sentido al presente. Rubén Dri ha señalado alguna vez que “sin memoria histórica no hay sujeto histórico. De allí la tarea que se propone el dominador de borrar todo rastro de memoria histórica en el dominado...No puede haber otra historia, porque de lo contrario habría otro sujeto que podría cuestionar la dominación del dominador”. Norberto Galasso ha impugnado reiteradamente al relato histórico que se pretende neutral y única verdad académica. Los juicios a los represores reiniciados tras la anulación de las leyes de impunidad integran esa memoria colectiva que es resultado de la revisión de la historia reciente, esa que fue la más oscura, la cueva que dio origen al neoliberalismo a partir del genocidio: son parte de la destrucción de los mitos de la historia oficial sobre el pasado inmediato, que tanto todavía pesan sobre el presente. Estos mitos son los que defiende el diario La Nación, como cuando en el 2003 en una editorial le plantearon al candidato presidencial Néstor Kirchner, como uno de varios postulados básicos para gobernar, que “no queremos que haya más revisiones sobre la lucha contra la subversión”. Son los mitos que también sostiene el grupo Clarín cuando oculta la verdad a través de la banalidad discursiva. Por eso los juicios son tanto un acto de justicia para las víctimas como parte de la batalla cultural de todo el pueblo por apropiarse de la historia que se corresponda con sus vivencias populares. En 1998 Menem anunció su intención de demoler la Esma y colocar un monumento a la “unión nacional”. Algo así hubiera tenido el significado simbólico de demoler la memoria colectiva, así como su abrazo fraternal con el represor Isaac Rojas lo tuvo respecto de la historia del peronismo combativo. Es que el neoliberalismo que se inició con la dictadura cívico militar, tuvo su esplendor luego en los noventa con el menemismo y De la Rúa, por lo que el acto de quitarle al pueblo la capacidad de escribir su historia fue una de las claves para su sometimiento. Se trata, en el fondo, de que el pueblo conozca la historia para que se vea reflejada en ella y la haga suya. Por eso en la batalla cultural que los argentinos estamos librando contra el sistema ideológico de matriz oligárquica y elitista que aún predomina, el revisionismo histórico popular ocupa un lugar central al sostener como tesis principal que el pueblo es el protagonista de la historia. Y como la historia es la política del pasado, el pueblo también es el protagonista de la política presente: en esta creencia reside el potencial transformador de esta corriente de pensamiento de matriz nacional y popular. Es sugestivo que para Lula, el legado más importante del tiempo kirchnerista haya sido la recuperación de la autoestima de los argentinos. La importancia de esto lo explicaba Jauretche al criticar “la zoncera de la autodenigración”. Es el punto de partida del pensamiento nacional. La autoestima del pueblo es la condición para el ejercicio de la soberanía popular y la autodeterminación nacional. Lo repite cada vez la Presidenta Cristina Fernández cuando dice “argentinos tenemos patria: estemos orgullosos”. Porque ahora, en estos tiempos de profundos cambios, la unidad nacional no es un concepto vacío sino que tiene el significado de la recuperación de la memoria colectiva y del protagonismo popular. 
JA, octubre 2011.
Publicado en Señales Populares 

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