viernes, 8 de julio de 2016

La dictadura oligárquica y genocida de 1976


A partir del golpe de estado del 24 de marzo de 1976, el drama de la dependencia le muestra nuestro país su peor y más criminal rostro: el del terrorismo de estado planificado como manera de someterlo al dictado del capital financiero internacional. La reconversión del modelo de acumulación de capital con base en la especulación financiera y la regresión en los derechos de los trabajadores, se hace sobre el legado funesto de 30 mil desaparecidos y una red de cientos de campos de concentración estratégicamente ubicados en diferentes puntos del país. La sistematicidad de los crímenes masivos convierte a la dictadura en genocida. Con la dictadura, la clase dominante asume la dirección política y económica del país, como reacción y escarmiento a los sectores populares, ante el temor creado por hechos como el Cordobaza de 1969 y la política de Perón intentada en 1973: es una revancha de clase. La reconversión de las bases económicas y sociales del país por parte de los sectores dominantes aliadas al imperialismo estadounidense principalmente mediante una política de represión y terror, encuentra sus antecedentes históricos en la dictadura de 1955 y, más atrás en el tiempo, en el mitrismo de 1862. La Junta Militar que asume se autodenomina Proceso de Reorganización Nacional y subordina la Constitución a un Estatuto dictado por ella misma, en nombre de la seguridad nacional y valores humanistas. Pero, en verdad, se trata de una dictadura dirigida por las fuerzas armadas en alianza con civiles de diferentes sectores, en defensa de los intereses oligárquicos de un nuevo bloque dominante que se consolida.
La vieja oligarquía tradicional ahora se alía al capital concentrado local y a la banca norteamericana. Su programa es la liberalización absoluta de todos los factores económicos, bajo la ideología ultraliberal de José Martínez de Hoz, Guillermo Klein (h), Horacio García Belsunce y los Chicago Boys. Martínez de Hoz, designado ministro de economía bajo la presidencia de Videla, es un liberal ortodoxo, de familia tradicional y patricia, que cuenta entre sus antepasados a un miembro del Cabildo Abierto de 1810 que votó a favor del virrey Cisneros y a uno de los fundadores de la Sociedad Rural Argentina en 1866. También fue socio financiero de David Rockefeller y miembro del Comité Internacional del Chase Manhattan Bank.
Desde la Sociedad Rural Argentina a los bancos y el capital industrial concentrado como el caso del ingenio Ledesma en Jujuy, y Ford, Acindar, Astarsa y Mercedes Benz, en cuyas fábricas se montan los militares. Techint, Pérez Companc, Macri, Fortabat, Rocca, Roggio, Pescarmona, Soldati, Bunge y Born, son ahora parte del Nuevo poder económico concentrado y dependiente del capital financiero internacional.
Como suele ocurrir en otros lugares, la “mano invisible del mercado” pregonada por la doctrina del librecambio no es en realidad otra cosa que una política dirigista y represiva, hegemonizada por las oligarquías locales y el poder financiero transnacional que destruye las bases de una economía nacional y las capacidades de trabajo y conocimiento del pueblo argentino. Para ello, entre otras, se elimina la ley que regulaba las inversiones extranjeras y se mutila la ley de Contrato de Trabajo. El programa económico impone un fuerte endeudamiento externo y el predominio de la especulación financiera por sobre el capital productivo y la trasnacionalización de las empresas locales, el libre giro de divisas al exterior y la liberalización de las tasas de interés y libre cambio de la moneda –al menos los primeros años-, la libre importación, la destrucción del mercado interno y de la producción manufacturera, el aumento de la desocupación y una regresión en derechos laborales y de redistribución del ingreso. El estado, además de reprimir y matar, se pone al servicio de la renta financiera y en contra de la industria y el trabajo: se encarga de tomar deuda a altísimas tasas de interés, permitir la fuga de capitales locales al exterior y, en 1982 con Domingo Cavallo y Jorge Wehbe al frente del Banco Central, licua y estatiza la deuda externa de los privados al borde de la quiebra.
A sangre y fuego se marca el destino dependiente de nuestra patria. El predominio absoluto de la valorización y acumulación financiera mediante la toma de deuda externa, duraría hasta diciembre de 2001. Según Eduardo Basualdo, por pagos de intereses de la deuda y por fuga de capitales el país perdió, entre 1976 y 2001, en un caso, 117 mil millones de dólares y, en el otro, 138 mil millones de dólares: casi 2,5 veces el PBI de 2002. La deuda externa subió de 8 mil millones de dólares en 1976 a 36 mil millones de dólares en 1981, y a 138 mil millones de dólares en 2002. Mientras la desocupación lo hizo del 3,4% en 1974 al 6 % en 1982 y al dramático 21,5 % del 2002.
La Operación Condor, como expresión de la política imperialista para Nuestra América, se despliega a medida que se consolidan las dictaduras: en Brasil con la iniciada en 1964, en Uruguay y Chile desde 1973, en Bolivia desde 1971, en Paraguay desde 1954, y nuestro país desde 1976.
La resistencia
La resistencia no viene inicialmente de los partidos políticos tradicionales, los que incluso aportarían funcionarios en distintos niveles de gobierno, sino del movimiento obrero a través de “los veinticinco” y de los organismos de derechos humanos, entre los que destaca el surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo, cuando en abril de 1977 realizan su primera ronda frente a la casa rosada reclamando por la aparición con vida de sus hijos secuestrados. Otro hito de relevancia lo constituye la visita de la Comisión Interamericana de Derechos humanos en septiembre de 1979 y su informe denunciando en el ámbito internacional la gravísima situación padecida. Además, en 1980 se le entrega a Adolfo Perez Esquivel el premio nobel de la paz.
Las protestas populares crecen notablemente, y las movilizaciones populares exigiendo elecciones libres pueblan las calles. Los cánticos de “se va a acabar/se va a acabar/la dictadura militar” y “paredón paredón/a todos los milicos que vendieron la nación”, se oyen tanto en los actos callejeros como en las tribunas de futbol. El intento fallido de recuperar las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur agrava el proceso. Ahora, los partidos políticos asumen un rol activamente opositor a través de la Multipartidaria, en la cual están, entre otros, los radicales, peronistas, intransigentes y demócratas cristianos. La marcha del 16 de diciembre de 1982 es masiva, pero brutalmente reprimida y las fuerzas policiales dan muerte a Dalmiro Flores, un joven metalúrgico, frente al Cabildo. Entre los paros generales de la CGT de Saúl Ubaldini, las denuncias inclaudicables de los organismos de derechos humanos y las presiones políticas, a lo que se suma la crisis económica, tornan irreversible el declive de la dictadura, lo que determina la salida electoral fijada para el 30 de octubre de 1983.
Pero el legado es funesto. La larga noche de la dictadura hunde al país en la etapa más profunda y densa de la dependencia, y lega una herencia tremendamente pesada de la cual, aún en la actualidad, los argentinos estamos tratando de dejar atrás definitivamente.
JA

Manuel Acevedo, Eduardo Basualdo y Miguel Khavisse, “¿Quién es quién? Los dueños del poder económico”, Editora 12/Pensamiento jurídico, 1991, Buenos Aires.
Julio Sevares, “Historia de la deuda. Dos siglos de especulación”, Capital Intelectual, 2005, Buenos Aires.

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