viernes, 8 de julio de 2016

Democracia o monopolios: el interés público y la prensa escrita en todo el país (2012).


Ya es ley la declaración de interés público de la fabricación, comercialización y distribución de pasta celulosa y de papel para diario. Su fin justo es desmonopolizar la actividad por medio de la regulación estatal de la producción, la competencia, la no discriminación, el libre acceso, la asignación eficiente de recursos y la preservación del medio ambiente. Las audiencias públicas celebradas el año pasado en la Comisión de Comercio de la Cámara de Diputados de la Nación –con la coordinación de la Diputada Juliana Di Tullio- protagonizaron un hecho histórico de participación popular, en la misma línea democrática del debate previo sobre la ley nacional de medios, y que merece ser destacado ya que, por primera vez, se hicieron escuchar con fuerza las agrupaciones de diarios del interior en su denuncia contra el monopolio del papel prensa. Una de ellas decía: “Desde la Capital Federal hay un concepto vago respecto de la existencia de la prensa del interior de nuestro país. Se sabe que existen algunos diarios, no se sabe cuántos ni de qué tiradas y poco de su rica historia. Los diarios que conforman la Asociación de Diarios del Interior, muchos de ellos más que centenarios, tienen un enorme arraigo en su lugar de influencia y circulaciones muy importantes que, en su conjunto, supera el millón de ejemplares diario. Además, el índice de credibilidad y de localismo del que gozan es tan significativo que se estima que en cada una de sus localidades entre el 90 y el 95 % de los lectores de diarios, se informan a través del medio local.” Esto pone de relieve la importancia de superar el monopolio existente para el desarrollo cultural y democrático de la totalidad del país, pero también renueva la mentada cuestión de la “batalla de ideas”.
Sobre lo primero, la evolución del derecho público se vincula en la historia del siglo XX latinoamericano con el avance de los movimientos nacional populares. Estos, con sus políticas, promueven un rol protagónico del Estado, como herramienta para la igualdad social, a través de normas antimonopolio, de expropiación por utilidad pública y de función social de la propiedad privada. Hay una redefinición del concepto de democracia en el que toda la actividad económica y jurídica es legítima en la medida en que provea al interés público y al bien común. Por eso el avance de nuestro tiempo histórico es por el camino de la democracia social contradiciendo a la concentración monopolista y extranjerizada de la actividad económica. El grupo Clarín –con un capital social de 12 mil millones de dólares en el 2010- es dueño del paquete de acciones mayoritario, y a la vez del diario de mayor tirada del país, de los grandes diarios provinciales (La Voz del Interior, La Gaceta de Tucumán, Los Andes), de más de doscientos canales de televisión, canales de aire, de empresas proveedoras de Internet, y de agencia de noticias. Se destaca también la participación de Goldman Sachs en el 18% de las acciones del grupo, corporación financiera que controla el sistema financiero neoliberal de Europa, y que es tan poderosa que últimamente ha logrado colocar al máximo directivo del banco central de la eurozona, por lo que la connivencia entre el capital financiero extranjero y el monopolio mediático en nuestro país es un hecho de poder de público conocimiento.
Entonces, llegamos a la segunda cuestión. Es viable suponer que el poder económico que da esa posición de control de la producción del papel para la prensa se traduce en influencia y control de ideas, a partir del cual se busca imponer un único relato sobre la realidad, que responda a los intereses económicos dominantes. La existencia de esta hegemonía ideológica se advierte en nuestra historia reciente en enunciados tales como que “achicar el estado es agrandar la nación” y especialmente en un fuerte estigma antiobrero y antisindical que es posible verificar en los grandes medios. La construcción de una idea fuerza que identifique a la nación con lo popular y que reivindique las luchas del pueblo a lo largo de la historia, es la esencia de esa disputa cultural e ideológica.
El uso de palabras como nación, pueblo, antiimperialismo, antioligárquico, o términos como lucha de clases y cuestión nacional, indican la existencia de una etapa de cambio cultural. La reivindicación de la dimensión política del interés público recrea un concepto de democracia de base social ampliada. Pero, a diez años de diciembre de 2001, el neoliberalismo, pese a haber sido puesto en crisis, aún sobrevive en las diversas formas de individualismo egoísta y concepciones antipopulares. Es cierto que nada garantiza que la desmonopolización por sí sola abra cauce a una cultura democrática y popular: de poco serviría ampliar la base social de la comunicación si todas las voces finalmente reproducen una misma conservadora visión de mundo. Pero es difícil suponer su superación sin la democratización de los medios de comunicación.

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