viernes, 8 de julio de 2016

¿Cuál es la relación entre el movimiento obrero organizado y la política? (2013)


Desde el título nos preguntamos por una de las cuestiones más importantes en la actual disyuntiva histórica. Desde una posición liberal conservadora ha sido impugnado por el autoritarismo de “los jerarcas sindicales”, mientras que desde la liberal de izquierda se le ha adjudicado la etiqueta de conciliadora o burócrata, generalización cuyo alcance termina salpicando a toda la clase obrera. Como en todo, no hay respuestas de manual, pero sí hay claves históricas que no pueden ser omitidas para intentar una comprensión más certera. De acuerdo con la interpretación que los sectores populares son los hacedores de la historia, a veces en la resistencia y otras en ascenso dando sustento a un proyecto nacional, lo mismo puede decirse del movimiento obrero organizado, cuyo protagonismo en la vida política es de notoria importancia. Desde la irrupción de los trabajadores en la política el 17 de octubre de 1945 para defender y pedir por Perón, y luego para ser la columna vertebral del movimiento peronista, hasta la épica de la resistencia tras el golpe del 55. La conciencia de clase se expresa desde entonces mediante el peronismo como identidad política. Cooke fue quien señaló a la antinomia peronismo-antiperonismo como expresión concreta e histórica de la lucha de clases en nuestro país. Los documentos de las 62 organizaciones de La Falda (1957), de Huerta Grande (1962) y el de la CGT de los Argentinos (1968), dan cuenta de su apoyo a un programa nacional y popular, es decir de defensa de la soberanía nacional y la justicia social al mismo tiempo, en donde los puntos centrales planteaban la nacionalización de las áreas estratégicas de la economía y el control obrero de la producción. También cabe contar el apoyo al Pacto Social de 1973, una de las tres patas fundamentales del modelo nacional de Perón. La confrontación con la dictadura cívico militar con los 25 y luego la lucha de la CGT de Ubaldini, constituyen hitos en la trayectoria del sindicalismo, no siempre debidamente recordados en su auténtica dimensión política. La posición opositora asumida durante el alfonsinismo, también se hizo en nombre de la protección del trabajo, el salario y el patrimonio nacional, a la vez que en 1987 se defendía la estabilidad democrática. En los 90, las banderas nacionales y populares tuvieron expresión en los gremios enrolados en el MTA y la CTA, quienes fueron protagonistas de la resistencia al neoliberalismo.
El proyecto nacional iniciado en 2003, impulsa un programa de reindustrialización del país, la defensa de la soberanía nacional y el importante aumento de trabajo, con el fin de revertir el modelo elitista de producción primaria y hegemonía especulativa financiera impuesto por la última dictadura. Entre los dos grandes campos políticos económicos en que se divide la realidad argentina, el movimiento obrero organizado brindó un estratégico apoyo desde la reivindicación de posiciones nacionales y democráticas. La realización de la tarea histórica de la hora -la superación del país oligárquico- exige consolidar el programa de desarrollo del mercado interno, favoreciendo tanto a los empresarios como a los trabajadores. Unos, en su función de producir e invertir, y los trabajadores por su fuerza de trabajo indispensable para el circuito productivo y la capacidad de consumo en el mercado interno. Solo si hay trabajo se puede luchar por mejorar sus condiciones de producción, y solo si hay crecimiento industrial y acumulación de capital hacia dentro se puede redistribuir el ingreso. Pero pese a esto, no es posible creer que el empresariado tiene el mismo interés último que los trabajadores, porque la lucha de clases no se suspende en verdad y por eso justamente es la principal fuente de las contradicciones internas y de desequilibrio del campo nacional. El empresariado resuelve la puja redistributiva por vía de la inflación, disminuyendo el ingreso de los trabajadores, lo que se justifica con la consigna falsa que los aumentos de salarios producen aumento de precios, uno de los grandes mitos impuesto por la patronal como critica con acierto Héctor Recalde en su último libro. Habría que recordar aquello de Gelbard, hombre de la supuesta burguesía nacional, en el congreso de la productividad de 1954, cuando se alarmaba que el delegado en la fábrica tenía más poder que el patrón, porque con solo tocar un silbato la paralizaba. Además, la actual concentración y extranjerización del alto empresariado dificulta un nuevo Pacto Social; al mismo tiempo que el trabajo no registrado todavía tiene niveles muy altos y persiste la precariedad laboral en muchos sectores.
En fin, en estos años se evidenció un importante crecimiento del sindicalismo, a través del aumento de la filiación, de la capacidad de negociación colectiva con el regreso de las paritarias, y de la recuperación de las comisiones internas en los lugares de trabajo. Para la actual etapa de desarrollo productivo, el movimiento obrero organizado es clave para que el proyecto nacional y popular en marcha, pueda sostener la política de defensa de los trabajadores, de cara al conflicto capital-trabajo y la puja redistributiva, con el mayor sentido de justicia social posible. Y también por su capacidad de ser correa de transmisión ideológica a través de los delegados de base, en su mayoría integrada por una nueva y joven generación que, en un futuro cercano, ocupará sitios de conducción en el recambio natural de la dirigencia gremial. No está de más recordar que los trabajadores, más que los empresarios, son los que mejor pueden llegar a tener conciencia que su destino está atado al del país en su conjunto, porque mientras el capital puede fugarse, aquellos siempre se quedan sufriendo las penurias del país sometido. Lo que le da sentido a esa vieja frase de Hernández Arregui, en cuanto que los trabajadores son los más consecuentemente nacionales y los más leales. El movimiento obrero debe protagonizar la vida política del país porque no solo podría afirmarse que está en su naturaleza social, sino que además encuentra fundamentos históricos.
JA

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