viernes, 8 de julio de 2016

Contra la diatriba neoliberal (2014)


El debate de la reciente ley reguladora de las relaciones de producción y consumo puso de relieve cuestiones centrales de nuestra historia, importantes a tener en cuenta en la búsqueda de la independencia económica del país. Una diatriba feroz en su contra, en nombre de la libertad y el progreso, encuentra antecedente histórico en el predominio ideológico del pensamiento liberal conservador, que aún parece persistir. La concepción del Estado ausente y gendarme, consolidada a partir de la segunda mitad del siglo XIX, implicaba la defensa de la Argentina “granera del mundo” y la inserción subordinada a la expansión económica anglo sajona. No en vano fue el mitrismo, a la par que sostenía una guerra de policías contra los rebeldes pueblos del interior, quien sentó las bases jurídicas para la protección sagrada del derecho a la propiedad privada, con el Código Civil de Vélez Sarfield. La Corte Suprema del centenario, presidida por Antonio Bermejo, consagraría la interpretación más limitadora del estado y la propiedad como el más absoluto de los derechos contra el “comunismo”, en el país gobernado por Manuel Quintana, abogado de los ingleses. En concreto, esta custodia del orden y la propiedad implicaba la protección de la fabulosa renta agraria en poder de la oligarquía bonaerense, en una economía deprimida y primarizada.
La vía nacional y democrática
Hubo importante voces disidentes que indicaron otro camino, como la de Mariano Fragueiro, el encargado de hacienda de la Confederación del Paraná, que pregonaba por la nacionalización del sistema financiero. Y por supuesto al Paraguay, ejemplo de autonomía económica y desarrollo autóctono a cargo del Estado. En el siglo XX, el yrigoyenismo impulsaría una redistribución de esa renta agraria, para lo cual cuestionaría la hegemonía del liberalismo oligárquico con la intervención del Estado al fijar precios máximos en los alquileres y por ende regular los alcances del derecho de propiedad.
El peronismo, con su nacionalización de los resortes básicos de la economía, política de industrialización y justicia social, dará perfiles definidos a una concepción superadora de la anterior, con un rol activo del Estado en las relaciones de producción de bienes y servicios. En 1946, el Congreso Nacional dictó la primera ley de precios máximos, que otorgaba a la administración pública central facultades para regular precios máximos de materias primas, manufacturas de consumo interno y locaciones de obras. John William Cooke explicaba la necesidad de la intervención estatal por el fracaso del librecambio, y ante el surgimiento de los grandes monopolios capitalistas. Decía con meridiana claridad: el libre juego de la demanda no es libre ni es juego, intervención ha habido siempre, lo que es nuevo es la intervención y planificación en favor de los sectores populares. La reforma constitucional de 1949 establecería el principio de la función social de la propiedad privada y su regulación en nombre del bien común del pueblo.
La vía oligárquica, otra vez
El golpe oligárquico de 1955 iniciaría un ciclo histórico de dependencia y regreso del liberalismo conservador. Bajo la presidencia de Arturo Illia se sancionaría una ley de abastecimiento, pero sería en 1974, bajo el tercer gobierno de Perón, que se dictaría la ley hasta hace poco vigente, con amplias atribuciones al Estado para proteger la economía nacional contra el agio y la especulación. Pero su vigencia se parecía más a las leyes de indias en la época virreinal, donde se decía cumplirlas pero no acatarlas. Y la verdad es que una ley que no se cumple es como si no existiera.
La destrucción del Estado productor de bienes y servicios, parte de la política económica impuesta por el terrorismo de la última dictadura oligárquica, derivó en un mercado interno concentrado por un empresariado que, además, en los años noventa se extranjerizó. El país en su conjunto desembocó en la mayor de las desigualdades sociales y en una profunda dependencia de los poderes financieros internacionales.
Ahora, la nueva normativa sancionada, aunque prevea menos atribuciones estatales que la anterior, tiene el mérito de tener un impulso inicial para que los poderes públicos la hagan eficaz. Su objetivo es proteger el poder adquisitivo de las mayorías populares, frente al abuso de posición dominante del empresariado concentrado. Esto es importante para no dejar vulnerable a la población en un modelo productivo que, justamente, se caracteriza por fomentar el consumo masivo.
Hacia la soberanía
Una política de avance hacia la independencia económica, que combine la defensa del interés nacional y la justicia social, está sujeta a la condición de superar el mito del Estado gendarme y ausente sostenida históricamente por el liberalismo oligárquico, que encontrara eco en las consignas de “terminar con el intervencionismo estatizante” y “achicar el estado para agrandar la nación”. Del juez Bermejo a Martínez de Hoz, es la diatriba del atraso y la dependencia.
Lejos del comunismo, como decían los jueces del centenario, se tratan de normas cuya finalidad es desarrollar el mercado interno y el capitalismo industrial; o sea, modernizar el país semicolonial, como el caso de la ley Sherman en Estados Unidos, en 1890. Esta última ley, catorce años después, fue corregida por otra, la ley Clayton, para intentar ser cumplida. Aunque por entonces el capitalismo ya estaba dejando atrás sus rasgos de concurrencia, para ingresar en la etapa del dominio de las grandes concentraciones y la especulación financiera. Los fondos buitres son, hoy, una manifestación destructiva y antiproductiva de este proceso.
En nuestro caso, aunque el objetivo de la nueva norma no sea desconcentrar ni nacionalizar, como explicó el diputado Roberto Feletti en las sesiones legislativas, es una medida progresiva que le da al Estado un mayor protagonismo y fortalece una política nacional y democrática. Pero su implementación, y la de otras con sentido similar como la ley de servicios de comunicación audiovisual o la de regulación de mercado de capitales, tiene que ir acompañada por el debate crítico contra los mitos del orden conservador.
Señales Populares, Septiembre, 2014
JA

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