Nace el 27 de diciembre de 1915, en Cuba. Su
madre, embarazada, ha viajado para encontrarse con su padre que se
dedica a actividades de pesca y el nacimiento se produce accidentalmente
en esa isla del Caribe. Luego, viajan a España y recién a los cuatro
años, llega a la Argentina, con su familia.
Ya adolescente, consigue
su primer empleo en la empresa de un despachante de aduana, pasando
luego a desempeñarse como obrero metalúrgico en la empresa Instilar, en
Tres Arroyos, donde se ha asentado con su familia.
Al producirse el
17 de octubre, participa en el movimiento. Poco después, crea el
Sindicato Metalúrgico de Tres Arroyos: “Armando fundó el sindicato
metalúrgico en Tres Arroyos –relata Blanca, su esposa- y creó una
biblioteca para los hijos de los afiliados.”
Por su responsabilidad y
dedicación a sus funciones, crece, por entonces, su figura en el ámbito
sindical y al crearse el “cuadrunvirato” para dirigir la CGT, Armando
lo integra junto a José Espejo, Isaías Santín y Florencio Soto. “Los
miembros del Secretariado íbamos a verla a Evita casi todos los días
para cambiar ideas, porque el General nos había pedido que no dejáramos
de comentarle lo que ocurría en los sindicatos”. En 1951, ese
cuadrunvirato impulsa la candidatura Eva Perón a la vicepresidencia de
la Nación, a la que ella renuncia dada la presión del sector militar.
“En la cúpula de la CGT –sostiene Blanca- Armando cobraba lo mismo que
en el trabajo de fábrica”.
Al producirse el fallecimiento de Evita,
la situación de estos sindicalistas se torna difícil, especialmente por
su enfrentamiento con sectores de la burocracia partidaria, siendo
reemplazados pocos meses después.
Armando regresa a sus función es en
la UOM y allí lo encuentra el golpe militar del 16 de setiembre de
1955. Inmediatamente, se moviliza para combatirlo: logra reunir 40
camiones, en Avellaneda, para armar una fuerza con trabajadores de
diversos gremios, con la cual marchar a Córdoba para sofocar la
insurrección del general Lonardi. Pero su proyecto se frustra al darse a
conocer la renuncia del presidente Perón.
A partir de ese día,
integra “la resistencia”. Los caños, el sabotaje, las manifestaciones
sorpresivas, las pintadas, así como las reuniones en las cocinas de los
barrios, nutren su militancia en esa época. Participa, junto a Avelino
Fernández, en la importante huelga metalúrgica de 1956.
En esa época,
sufre una de las primeras prisiones, de los ocho largos años de
encarcelamiento que habrá de sumar, a lo largo de su vida.
Esta lucha
contra los usurpadores no sólo la realiza en el campo sindical y
político, sino también en el militar, cuando interviene, armas en mano,
en el levantamiento encabezado por el general Miguel Ángel Iñiguez, en
noviembre de 1960, en Rosario, apoyado por la UOM.
Posteriormente,
continúa trabajando gremialmente en la UOM, muy cerca de Vandor. Así
participa, durante el gobierno de Illia, en el plan de lucha de la CGT,
caracterizado por la ocupación de fábricas. En mayo de 1966, se
encuentra en el incidente de La Real, confitería de Avellaneda, donde se
produce un confuso tiroteo y mueren varios gremialistas (Rosendo
García, Domingo Blajaquis y Juan Salazar).
Poco después, la
organización sindical apoya el Operativo Cóndor, organizado y dirigido
por su hijo –Dardo Cabo- quien, con un grupo de compañeros, se apoderan
de un avión en vuelo y lo obligan a aterrizar en Malvinas, donde colocan
la bandera argentina. Apresados poco después, su hijo queda detenido en
el sur.
A partir del 30 de junio de 1969 –fecha en que un grupo
comando mata a Vandor- tanto Armando Cabo, como Avelino Fernández, José
Notaro y otros dirigentes son desplazados de la dirección del gremio por
el grupo de Lorenzo Miguel, con apoyo del gobierno de Juan C. Onganía.
En esta época, asume posiciones cada vez más combativas, acompañando el
proceso de radicalización de los sectores populares.
En el ámbito
sindical, queda al margen del gremio, por la acción del “miguelismo”,
jubilándose con el haber mínimo. Pero sigue actuando junto a viejos
compañeros peronistas, apoyando ahora a la Juventud Peronista y su brazo
armado, Montoneros. Cabo, Avelino Fernández, Framini y otros organizan,
a tal efecto, la agrupación del Peronismo Auténtico, exigiendo que se
retomen y profundicen las viejas banderas. Participa con fervor del
regreso de Perón, del triunfo del 11 de marzo de 1973 y de la asunción
del presidente Cámpora, el 25 de mayo del mismo año.
En 1974, cuando
se produce el enfrentamiento de Perón con la juventud en la Plaza de
Mayo (1º de mayo), los viejos dirigentes gremiales, entre ellos Cabo,
envían una carta a Perón, colocándose junto a los jóvenes.
En esa
época, profundiza sus posiciones combativas, de fuerte crítica a la
derecha lópezrreguista, como así también a la dirigencia burocratizada y
conciliadora del peronismo, tanto sindical como política. El 6 de enero
de 1977 sufre un doloroso golpe: su hijo Dardo es asesinado,
aplicándosele la “ley de fugas”, en la provincia de Buenos Aires, cuando
lo trasladaban de una cárcel a otra. “Armando se enfermó después del
asesinato de Dardo” –recuerda Blanca, su compañera- y ya no pudo
reponerse”.
En los años ochenta, su salud declina, pese a lo cual
interviene en algunos actos reclamando a sus compañeros de partido que
mantengan indeclinables las banderas del peronismo del ’45, vaciadas en
muchos casos, por concesiones al liberalismo o desviaciones hacia el
nacionalismo de derecha. En esas ocasiones, plantea claramente la
necesidad de superar la lucha sindical pasando a la política, como así
también la de evitar una “renovación” que implique vaciar al peronismo
de las banderas populares y transformadoras del ’45.
En su modesta
casa de la localidad de Morón transcurre sus últimos años, junto a
Blanca. “No se le podía hablar de Menem y la política que estaba
realizando porque se acongojaba mucho. Él, a quien no lograron sacarle
palabra, aún cuando lo torturaron con la picana eléctrica, años atrás
–recuerda Blanca- ahora se derrumbaba cuando alguien le comentaba la
profunda degradación en que estaba cayendo el peronismo en manos de
Menem”.
Después, ya su cerebro se obnubila. Durante un tiempo, vive
en un geriátrico y al regresar a su casa, se agrava. Poco después
fallece en Morón, el 4 de junio de 1996.
NORBERTO GALASSO – LOS MALDITOS – VOLUMEN I – PÁGINA 74
Ediciones Madres de Plaza de Mayo
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