Las
elecciones presidenciales en Bolivia muestran un escenario de
polarización social. A la espera del escrutinio final que defina si
Evo Morales ganó en primera vuelta, o es necesario un balotaje con
su principal opositor, el
ex presidente Carlos
Mesa, el país se encuentra en una situación donde las tensiones se
acentúan. En
principio, Evo
saca una ventaja del 46,85 por ciento contra el 36,78, con
lo que conseguiría los diez puntos de diferencia para el triunfo
definitivo.
La definición, más allá de los números finales, va a depender de
la predisposición de las partes para respetar las reglas del juego
institucional, lo cual, de acuerdo a los antecedentes de los sectores
de la oposición, es poco esperable
((https://www.eldeber.com.bo/154140_mesa-decide-desconocer-los-resultados-del-trep).
Basta tener presente que éstos no vacilaron, en abril último, en
pedir a los Estados Unidos su intervención ante la OEA para impedir
la postulación de Evo Morales y la continuación de lo que denominan
una dictadura totalitaria
(http://www.la-razon.com/nacional/bolivia-eeuu-carta-reeleccion-trump-diputados-evo_0_3128087181.html).
El senado estadounidense los apoyó y hasta el presidente de
Colombia, hace días, tuvo la osadía de recurrir a la Corte
Interamericana de Derechos Humanos para pedir una opinión en contra
de Bolivia. La Central Obrera Boliviana (COB) y la Coordinadora
Nacional por el Cambio (Conalcam) se
declararon en
estado de emergencia y movilización pacífica nacional en defensa de
la democracia (https://www1.abi.bo/abi_/).
En
cualquier caso, destaca la persistencia del apoyo popular (en
especial, trabajadores, indígenas y campesinos) al proyecto de país
conducido por Evo Morales tras catorce años, por un lado, pero, a la
vez, se advierte una merma sensible en ella, en relación a las
elecciones pasadas. Esto, sumado al crecimiento del candidato
opositor, ha generado un escenario de fuerte disputa por el poder
político, que seguirá aunque Evo gane. La división por regiones es
de clases sociales y hasta étnica también: La Paz y Cochabamba, con
un apoyo mayor al 50%, son el núcleo duro del MAS, mientras que
Santa Cruz y Beni, lo son de la oposición, donde los guarismos se
invierten. En su primer triunfo presidencial, en 2005, Evo obtuvo el
53,7 % de los votos contra el 28,5% de Jorge Quiroga; mientras que en
el último, en 2014, había alcanzado el notable apoyo del 61,36% del
electorado contra el 24,23% de Samuel Doria Medina. Pero el 21 de
febrero de 2016, Evo tuvo un traspié al perder el referendum para
reformar la constitución y habilitar una nueva reelección que se
encontraba vedada, por 51.3% a 48.7%. Luego, el Tribunal
Constitucional habilitó la postulación con base en el derecho a
elegir del pueblo boliviano y la preeminencia de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos.
Se
configura así, ahora, un escenario de disputa real sobre la
dirección política del Estado boliviano, que no se había dado en
los últimos años, con un relativo deterioro del liderazgo social de
Evo Morales, pese al núcleo duro amplio y generoso, con un
reposicionamiento de sectores de la oposición que, hasta ahora, eran
una minoría, y en el contexto de una revalorización geopolítica
del país, por sus recursos naturales y el vigor nacional dado por el
proyecto del propio MAS.
Bolivia,
un balance.
Más
allá de la deriva definitiva de la contienda y de las reflexiones
que se puedan hacer sobre las dificultades que los movimientos
nacionales encuentran para lograr el recambio político que garantice
su continuidad en el poder, por naturales desgastes y agotamiento de
gestión, el proceso político liderado por Juan Evo Morales Ayma -el
primer presidente indígena de Latinoamérica, desde Benito Juárez,
de la etnia Zapoteca, en México a mediados del SXIX- vino a
reivindicar a las mayorías populares de la histórica devastación
material y cultural.
Bolivia
es un país con una población nativa de diversidad de orígenes y
culturales, tan variada y rica como su geografía, que combina el
alto andino sudamericano, con las llanuras, valles y yungas, la
región amazónica y la chaqueña. Sin embargo, ha sufrido durante
décadas un atraso económico y desigualdades sociales, a
consecuencia de una geopolítica del encierro impuesta, mientras se
desarrollaba una visión de autodesprecio profundo, con culpas
atribuidas al mayoritario pueblo nativo.
El
ciclo de las presidencias de Evo Morales comenzó con la derrota
política de los gestores del neoliberalismo y la entrega
indisimulada del país, a partir de los alzamientos populares de las
guerras del agua y del gas. La plata, el salitre, el estaño y el
petróleo, fueron las riquezas históricamente saqueadas de Bolivia,
en perjuicio de su propio pueblo, por las potencias extranjeras en
complicidad de una oligarquía local, a excepción de etapas como la
de la revolución nacional del Movimiento Nacionalista Revolucionario
en 1952, aunque luego declinante. Evo Morales recupera los recursos
del hidrocarburo (gas y petróleo), el agua, y luego desarrolla
minerales como el litio. Históricamente humillado, por la Guerra del
Pacífico y la pérdida del litoral, por la Guerra del Chaco, y la
estigmatización internacional del país con la política de
erradicación de la hoja de coca impulsada por Estados Unidos, la
política de Evo Morales recupera, además, una autoestima nacional
perdida. Un dato significativo es que en las mesas del exterior, el
MAS se impuso con el 59,84% de la votación.
Desde
entonces, Bolivia llevó adelante un proyecto estratégico de nación,
con eje en la soberanía de la política exterior de orientación
continental, la recuperación de los recursos naturales, el
desarrollo de sus fuerzas productivas y del conocimiento tecnológico,
la transformación de las relaciones de producción y de las
instituciones públicas, las cuales, como dice el Vice Presidente
García Linera, se las descolonizó
(https://vicepresidencia.gob.bo/Garcia-Linera-hemos-avanzado-en-la),
y una economía de carácter mixta, en la que actúan los sectores
privado, comunitario, campesino e indígena, bajo la dirección del
Estado. Sus objetivos estratégicos son: igualdad, soberanía y
desarrollo. Su proyecto de nación utilizó, al modo realizado por
Venezuela en 1999, antes, y Ecuador en 2008, después, como
plataforma de lanzamiento una asamblea constituyente, con fuerte
presencia de movimientos sociales, de trabajadores y sectores
populares, donde fijó un programa de país de objetivos
antiimperialistas, socialistas, con nociones como buen vivir y bien
común y sentando las bases jurídicas de la nacionalización con
control estatal de las áreas estratégicas de la economía, y para
un sistema político de ampliación de la participación de los
ciudadanos y de las comunidades. En el Preámbulo se señala: “El
pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad de la
historia, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación
indígena anticolonial, en la independencia, en las luchas populares
de liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales, en
las guerras del agua y de octubre, en las luchas por la tierra y
territorio, con la memoria de nuestros mártires, construimos un
nuevo Estado.”
La
transformación de la realidad le fue a la par. Un país
desarticulado internamente, desde lo económico, político e
institucional, con vastas zonas incomunicadas, casi sin rutas; con
una sociedad geográficamente dividida y socialmente fragmentada, con
una mayoría popular hundida en la pobreza y sin esperanza de
crecimiento, en contraste unos pequeños enclaves de privilegiados
ubicados en la zona geográfica de la medialuna, alrededor de Santa
Cruz.
La
nacionalización de los hidrocarburos ha sido fundamental, ya que la
captación estatal de esa renta extraordinaria ha permitido el
sustento de una redistribución inédita de la riqueza, por medio de
programas sociales (como los Juancito Pinto, Juana Azurduy y Renta
Dignidad), del aumento del poder adquisitivo de los sectores
populares y el fortalecimiento del rol activo del estado. La
pobreza extrema bajó del 45,2% de la población en 2000, al 17,1% en
2017, y la pobreza lo hizo del 61% al 37%. “Mientras que en el año
2005 la riqueza acaparada por el 10% más rico era 128 veces superior
a la del 10% más pobre, para el año 2016 esta distancia se había
reducido 46 veces.”, según el CELAG
(https://www.celag.org/radiografia-situacion-economica-boliviana/).
Como explica el propio gobierno boliviano: “Lo que el Gobierno hace
es contribuir al crecimiento económico mediante la redistribución
del ingreso”
(https://www.consuladodebolivia.com.ar/2017/04/08/la-cepal-destaca-la-distribucion-la-riqueza-bolivia/).
En
su último discurso en la ONU, Evo Morales señaló: "Digámoslo
con mucha claridad: la raíz del problema está en el capitalismo"
y ”el mundo está siendo controlado por una oligarquía global,
solo un "puñado de multimillonarios". Desde Bolivia
ratifican su compromiso "para consolidar un nuevo orden mundial
de paz con justicia social, en armonía con la Madre Tierra para
vivir bien, respetando la dignidad e identidad de los pueblos"
(https://actualidad.rt.com/actualidad/328114-evo-morales-discurso-asamblea-general-onu).
Justamente,
ese es el significado importante de estas elecciones: saber si
Bolivia ratifica el camino hasta ahora transitado, o si, en la
encrucijada, retrocede.
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