martes, 9 de octubre de 2018

ELECCIONES EN BRASIL: ENTRE SOMBRAS, BOLSONARO VIENE ASOMANDO | Cuestiones de la Patria Grande

Las elecciones presidenciales en Brasil han mostrado un escenario en donde aparecen delineados fuertemente dos campos habitados por proyectos contrapuestos. Las candidaturas de Jair Bolsonaro y Fernando Haddad expresan ese alineamiento de fuerzas sociales, enfrentadas históricamente y con raíces geográficas y regionales, con fuertes implicancias geopolíticas. Sobre estas últimas hemos hablado en otra oportunidad, pero lo haremos con un poco más de desarrollo en otro momento, aunque señalemos que esa división está presente en varios países de la región, con diferente intensidad, características y grado de apoyo y movilización, como Venezuela, Ecuador y nuestra Argentina. Una visión que tiende al crecimiento interno, redistribución social y a formar un bloque continental autónomo, choca con la reacción de las oligarquìas locales aliadas al interés imperialista. La destitución de Dilma Rousseff, en 2016, tuvo el significado de interrumpir el proceso de intentar construir un espacio nacional democrático en Brasil. Ahora, las elecciones presentes colocan al país hermano en la disyuntiva de convalidar el retroceso general del país impuesto por la política del régimen oligárquico o ensayar una salida política progresiva.   
El ascenso de Bolsonaro. 
La victoria de Bolsonaro, el candidato del Partido Social Liberal (PSL), en la primera vuelta, ha sido vista con agrado por los grandes grupos económicos. Sin ingresar en los asuntos propios del pueblo brasilero, heterogéneo y populoso, con regionalismos marcados y sumidos en una descomunal desigualdad social, se advierte a primera vista una pronunciada distribución geográfica del voto. En la mitad sur del país (Minas Gerais, Rio de Janeiro, Sao Paulo, Paraná, Rio Grande do Sul), y en las grandes ciudades del litoral, aquél obtuvo su base electoral. En cambio, el Nordeste se vistió de rojo, con el mayoritario apoyo a favor de Haddad,  
Bolsonaro es una figura oscura y proveniente de la misma clase política que, supuestamente, viene a cuestionar. Fue quien justificó su voto por la destitución de Dilma, en memoria de la dictadura militar que la había encarcelado y....del torturador que la había torturado. Semejante actitud es un agravio a todas las democracias de la región. Sin perjuicio de esto, habrá que ver cómo juega la insistencia en la dicotomía democracia o fascismo, recurrida por la campaña del PT, que, como es sabido, no es de utilidad para explicar la realidad de nuestros países, donde justamente fueron los regímenes populares los así solían ser adjetivados por la cultural dominante. En el contexto de una grave y sostenida crisis económica, con una recesión cuyos antecedentes se remontan al último gobierno del PT, parece una superficialidad dejar el hueso sin roer a fondo.  
Cabalgando entre la anti política, el odio de clase y el mesianismo religioso, Bolsonaro rinde tributo al régimen conservador y antinacional, agresor de la integración latinoamericana, aliado del imperialismo de los Estados Unidos, aunque no sea del todo confiable para el establishment. Atención con esto. El candidato principal de las clases dominantes había sido Geraldo Alckmin del Partido Social Demócrata de Brasil (PSDB), el mismo que gobernó con Henrique Cardoso, pero su declinación política hizo que sus electores fugaran hacia Bolsonaro. Algunos analistas dicen que fue por haber integrado el gobierno de Temer, caído en desgracia, y otros ponen el acento en su “antipetismo rabioso, incitado desde los medios de comunicación y el poder judicial que, al acentuar la división, las aguas derivaron hacia el más radicalizado.   
El asunto es que el PSL se convirtió en el plan B del régimen dominante. “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”, fue uno de los lemas del PSL Católico, militar, eterno legislador sin casi iniciativas conocidas, contó con el apoyo de una poderosa alianza integrada por las Iglesias Evangélicas, y la TV Record, la cadena televisiva segunda más vista después de TV O Globo. Detrás de él, asoman la industria de las armas, los sectores conservadores del Poder Judicial, las fuerzas armadas, los grupos mineros, el sector financiero –el predominante- y el agro negocio.  
La base electoral comprende una alianza entre las elites y los sectores medios, ligados entre sí por el odio de clase y el miedo, agitado por los medios concentrados de comunicación para demonizar al PT. El candidato cosecha, por sobre todo, el mencionado odio antipetista”, cultivado desde la oposición durante los años de Lula y Dilma, e incluso basado en el odio hacia la izquierda y el gremialismo muy presente en la historia de ese país en el siglo XX. 
El odio verbalizado hacia las minorías, los pobres, los indígenas, las mujeres y la diversidad sexual, no es más que el odio de las elites dominantes practicado tradicionalmente en ese país -común en las elites latinoamericanas-, ahora, por momentos de caricatura. Esta mediocre visión revela, por un lado, la renovación de la tradicional incomprensión de la condición mestiza país que pretende gobernar, lo cual, de alcanzar la presidencia, será la causa de su declinación final. ¿Cómo no contrastarlo con desarrollos profundos, disímiles pero democráticos, por la reivindicación de las identidades colectivas y su preocupación por los procesos de integración, como los de Darcy Ribeiro o Roberto Cardoso Oliveira, entre tantos? El crimen impune de Marielle Franco, una concejal negra, feminista lesbiana y militante de izquierda, en Río de Janeiro, la intervención militar de favelas cariocas que puso a las fuerzas de seguridad local al servicio de una autoridad militar federal, indican una regresión autoritaria que contrasta con el treinta aniversario de la Constitución de 1988 sancionada en democracia.
Y por otro lado, también  revela una debilidad ideológica que lo torna presa fácil de ideologías más potentes y con el interés puesto en el imperio. Así, a Bolsonaro ya lo rodeó la internacional financiera, con Paulo Guedes como el autor de su programa económico, un alumno destacado de la Escuela de Chicago, admirado por sus colegas chilenos. Mientras aquél anuncia represión y persecución, éste planifica privatizaciones, impuestos regresivos y entrega del patrimonio público y de los hidrocarburos al capital extranjero.
Allí, asoma el recuerdo de Collor de Melo más que el de los dictadores de los años 1960. Para terminar, la comparación de su figura con la de Donald Trump nos recuerda eso que no es posible confundir el nacionalismo de un país imperialista con el de los países oprimidos. Pero además, lo más probable –por los indicios existentes y la alianza que lo sustenta- es que sea apenas un débil gestor de la crisis de dependencia y recesión inducida, y de la entrega de los recursos de su patria.
Cualquiera sea el resultado final de la elecciones, estará marcado por la proscripción a Lula,
Cuestiones de la Patria | 09 de octubre de 201

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