jueves, 27 de septiembre de 2018

CRISIS Y DEPENDENCIA EN LOS PAÍSES LATINOAMERICANOS (2) | Cuestiones de la Patria Grande



Las crisis de nuestros países en Latinoamérica tienen origen en las políticas deliberadamente destructivas de los regímenes oligárquicos y aliados a Estados Unidos. Las políticas reaccionarias predominantes imponen una concepción mínima del estado, hasta incluso llegar a límites de su quiebre o abandono.
En Brasil, se impuso una reforma laboral altamente regresiva, hay un retroceso enorme del estado en su rol de motor de la economía, como en el caso del congelamiento del presupuesto en educación y salud (¡por veinte años!) impuesto por una reforma constitucional, así como una política que favorece el interés del capital extranjero por sobre el interés nacional en la política de hidrocarburos, en especial en el retroceso de Petrobras por las concesiones en los yacimientos de pre-sal. En Argentina, el presupuesto para el año próximo prevé la reducción en 30% del gasto público en inversión de obra, lo que anticipa la profundización de la caída del mercado interno y la recesión económica inevitable, y expresa el abandono del Estado de sus funciones esenciales. A la vez, el endeudamiento externo acelerado y suicida, coloca a los recursos públicos a merced del poder financiero internacional, como el caso del Fondo de Garantía de Sustentabilidad del ANSES y los yacimientos de hidrocarburos de Vaca Muerta, y otras fuentes muy valiosas de minerales y aguas. El retraimiento estatal debilita a la vez la capacidad de acción de YPF. Para peor, la suma de la inflación alta, genera un escenario de transferencia de recursos desde los sectores sociales de raíz nacional –vinculados al mercado interno- hacia los poderes concentrados de la economía –ligados al capital extranjero-.
En dirección contraria, el régimen bolivariano en Venezuela direcciona su política soberana sosteniendo con firmeza su dominio sobre los recursos naturales, mediante recientes e importantes acuerdos con China en materia de hidrocarburos. A la vez, elabora una estrategia de resistencia a la agresión económica del bloqueo de alimentos, boicot de su petróleo por parte de Estados Unidos, y las sanciones de embargo, por medio del fortalecimiento de la intervención directa del Estado en la cadena de comercialización y el de la participación comunitaria en su producción y distribución. A la vez, Estado Plurinacional de Bolivia, donde se mantiene la nacionalización de los hidrocarburos, a la vez que Evo Morales denuncia que la intervención de los Estados Unidos en el petróleo de Venezuela es estratégica para sus planes de recolonización.
El destino del conjunto de los pueblos latinoamericanos se juega, por partes, en cada uno de los países, pero especialmente lo hace en el núcleo formado por Brasil y Argentina, a partir del cual puede proyectarse una unificación continental mayor. Por eso, la lucha de Lula y el PT es un capítulo fundamental en ese largo y fluctuante desarrollo que, en lo inmediato, alentaría una reconstrucción del movimiento de masas en nuestra Argentina. La esperanza de nuestros pueblos está en mantener lo más alto posible el ideario de la unidad latinoamericana, el rol activo y planificador del Estado, la democracia económica y la autodeterminación.  El sentido de la lucha en nuestro continente es por el derecho a la autodeterminación de los pueblos, frente a la injerencia imperialista de Estados Unidos: la única posibilidad para el progreso y la paz.
Las funciones esenciales del estado y el rol activo en la dirección de las áreas estratégicas de la economía, para sustentar una política de autodeterminación nacional y del bloque continental, tienen base especialmente en el dominio de los recursos naturales y su capacidad de ahorro interno para promover y planificar políticas desde la inversión. La presión imperialista debilita los espacios nacionales, mediante la destrucción de la capacidad de conducir de los estados, la fragmentación de los territorios, el quiebre de cualquier alianza entre los trabajadores y el capital productivo, y empuja a nuestros países a que sean simples productores de materias primas, desde el agro, los minerales, hasta los recursos como los hidrocarburos y el agua. Se impone la idea que nuestros pueblos no tienen la capacidad de producir y crear, que estamos inmersos en la corrupción, en la incapacidad y en la ignorancia, de nuestros trabajadores, empresarios, dirigentes, funcionarios públicos, y demás representantes, y por ende, solo la tutela extranjera nos puede orientar hacia el progreso. Nuevos formatos para actualizar la vieja dependencia, en un escenario mundial que giró hacia la multilateralidad, con el protagonismo de potencias con modelos productivos estatistas, como China y Rusia. La recuperación del rumbo de unificación continental, en defensa del interés de los pueblos, por parte de países gobernados por alianzas sociales amplias y populares, es el único camino viable para superar la crisis, y digno para dejar atrás la dependencia. De lo contrario, un escenario de confrontación social, divisiones y, hasta de guerra, como anuncia el ingreso de Colombia a la belicista OTAN, se abre bajo los pies de nuestros desamparados pueblos.



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