Nació el 5 de julio de 1939. Su tatarabuelo fue el primer cónsul
prusiano en la Argentina, y su bisabuelo, abuelo y padre fueron
militares, por lo que siguió la carrera en continuidad de la
tradición familiar. “Ingresé al Colegio Militar casi sin
pensarlo. Y aunque me llovieron los arrestos, porque antes muchas
cosas me rebelaban, terminé los cursos.” “Termino el Colegio
Militar, hago un curso de instructor de paracaidista, me recibo y me
mandan a un batallón de ingenieros en San Nicolás.” En septiembre
del ´62, se niega a participar en la lucha entre azules y colorados.
La situación se repite, pocos meses después, pero entonces, sufre
prisión de dos meses. Luego, lo trasladan a Río Gallegos- “una
especie de depósito de castigados”-, por dos años.
Después “fui a parar al norte de Santa Fe, a Villa Ocampo, casi un
año. Luego fui a Buenos Aires para un curso, me casé, tuve un hijo
y fui a la Antártida”. En noviembre de 1972, se negó a reprimir
una movilización popular realizada ante la vuelta de Perón.
En 1976, se niega a obedecer una orden del entonces general Videla, y
es pasado a retiro. “Pero yo ya estaba harto del Ejército. Tan
harto que me negué a entrar a la Escuela de Guerra, imprescindible
para avanzar en la carrera”. Sin embargo es vuelto a convocar para
formar parte de “un grupo de tareas”, ante lo cual “no sólo
dije que no, sino que amenacé de muerte a quien me dio la orden. Y
esto lo cuento por los que dicen que tuvieron que obedecer. Mentira,
a mí no me pasó nada”.
Apartado del Ejército, se dedicó al periodismo. Publicó algunas
notas, en defensa de los derechos humanos. Se destaca una escrita en
Río Negro, donde trata de criminales y cobardes a las juntas mi
litares y de heroicas a las Madres de Plaza de Mayo. “A los dos
días estaba preso”, contó, y “después de interminables vueltas
jurídicas me destituyeron”.
En 1986 fue destituido por un tribunal castrense que lo acuso de
“loco” y “maniático querellante”. En varias ocasiones él
mismo se encargó de contar, con inevitable y evidente tono irónico,
que en el proceso una Junta Superior de Reconocimiento Médico del
Ejército, Gabinete de Psiquiatría, había dictaminado que era “un
psicópata, paranoico, inútil para todo servicio militar, disminuido
en un cien por ciento para actividades militares y en un setenta por
ciento para actividades civiles, con tendencia a desmejorar con los
años”.
Fue autor de “El escuadrón perdido” (en donde cuenta cómo,
durante la última dictadura, 129 soldados fueron desaparecidos
mientras prestaban servicio militar) y “Memoria debida (de vida)”,
libros en los que se explica la estructura jerárquica de la
represión y el grado sistemático del exterminio y del robo de
bebés. Investigaciones de enorme importancia para el país y la
lucha por los derechos humanos. Por eso fue testigo en numerosas
causas abiertas por los crímenes de la dictadura. Cuando,
en 1996, el juez español Baltasar Garzón comenzó a procesar a los
genocidas, él le acercó a Madrid un ejemplar de aquél último
libro. El diario madrileño El Mundo lo llamó “el capitán
humanista”.
Desde su labor de escritor y periodista reivindicó los Derechos
Humanos y apoyó investigaciones de familiares de víctimas de la
represión. Fue miembro del Centro de militares para la democracia
argentina (CEMIDA). Su crítica a las Fuerzas Armadas fue tan fuerte,
en los últimos tiempos, que, en un reportaje publicado el 24 de
marzo de 2006, ante la pregunta sobre qué haría si fuera designado
a organizar un ejército ejemplar, contestó: “lo disolvería. No
creo ni en las guerras ni en los ejércitos”. También manifestó
que la mejor explicación a la represión de la dictadura la había
dado la mano derecha de Martínez de Hoz, Guillermo Walter Klein,
cuando dijo: “El plan económico implementado durante el Proceso
sólo es posible de llevar adelante en un gobierno de facto”.
Como militar, sea cual sea su grado de jerarquía, siempre se negó a
cumplir cualquier orden de represión. Repudió a la dictadura
genocida y lo expresó cada vez que pudo. “No hay que dejar que
otro nos diga quién es el enemigo”, le gustaba decir. Para con él
nuestro respeto y reconocimiento debido.
El Capitán (R) José Luis D´Andrea Mohr falleció el 22 de febrero
de 2001, en el Hospital Militar de Buenos Aires. Fueron a despedir
sus resto abuelas y madres de plaza de mayo, periodistas,
intelectuales, escritores y militantes de derechos humanos.
Norberto Galasso y JA
Página 12, “Locura. Murió
José Luis D´Andrea Mohr”, de Luis Bruschtein, el 23/02/2001.
Página 12, reportaje de María
Esther Gilio, del 26/02/2001.
El Mundo (Madrid), del
25/02/2001.
Ponencia de J.L. D´Andrea
Mohr en las Jornadas de Debate y Reflexión: "Fuerzas Armadas y
Derechos Humanos: ¿Es posible alcanzar el equilibrio?"
(Sevilla, 22 al 24 de Marzo, 1999), Universidad Pablo Olavide.
Los Malditos, Ed. Madres de Plaza de Mayo. 2009.
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