El “manco” Andrés Bazán Frías nació en San Miguel de Tucumán,
a principios de siglo. De una familia muy pobre, tuvo que trabajar
desde muy chico como mozo de bar. Al menos, hasta que un día, junto
con otros desamparados como él, se rebeló contra la autoridad.
Según la leyenda, empezó a robarle a los ricos para repartirle a
los pobres.
Fue encarcelado hasta que el 29 de septiembre de 1922, a “tiro
limpio”, logró fugarse, pero Martín Leiva, un compañero suyo,
quedó dentro.
Un año después, él y su grupo se enfrentan con la policía, cuando
son sorprendidos al planificar el rescate de Leiva. En esa acción
“el Manco” es muerto, de un tiro por la espalda, al intentar
salta el paredón del cementerio. Su padre, un ex agente policial, lo
veló en el mismo lugar y se cuenta que entre sus prendas sólo tenía
cincuenta centavos, un crucifijo, llaves, ganzúa y la orden de
captura.
Se lo reivindica como parte de una cultura que nace del pueblo, de
las barriadas y del rancherío, cuyas creencias y mitos escapan a las
reglas impuestas de las instituciones oficiales. Sin pintoresquismo,
ni como pieza de museo, ni con el simplista análisis de
“desclasados”, ni ningún otro tipo de prejuicio centralista y
“civilizador”; sino como mito que es mezcla de leyenda, memoria
popular, conjunto de valores y, también, de realidad; expresión,
en definitiva, del imaginario nacional. Como muchos otros, hoy su
figura es venerada, en tanto exponente del “bandolerismo social”
que cuestiona la autoridad, la injusticia y la pobreza, y por la
solidaridad de quien comprende que su destino está atado a los de su
clase, a los suyos.
(NG y JA)
Sur, del
9/9/1989.
Félix
Coluccio: Las devociones populares argentinas, ed. Nuevo Siglo, Bs.
As., 1995.
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