sábado, 17 de julio de 2021

MARADONA, EL FÚTBOL COMO ALEGORÍA DE LIBERACIÓN.


Diego es demasiado grande como para escribir de él una nota. La realidad supera, siempre y por lejos, a la escritura, frente a la cual es opaca y débil. La realidad es una totalidad no accesible para la escritura, que, como el pensamiento, todo lo fragmenta. 

El futbol es una alegoría. Ésta es una visión para representar una idea por medio de las formas humanas, una figuración de una esencia; el viejo tema de la filosofía de la esencia y la apariencia, la sustancia y lo accidental. Así les pasaba a las culturas mesoamericanas con el juego de la pelota, alegoría de las guerras, de las siembras y cosechas, del cosmos. Para las culturas antiguas, la esfera es la figura para representar la esencia, porque allí caben todas las formas y el espacio sin límites. Parmenides veía a la perfección en la esfera, en donde todo punto es siempre igual a otro, y el ser es idéntico a sí mismo. Las alegorías expresan la manera particular de existencia de los pueblos, por eso son siempre políticas. 

Maradona es un caso extraordinario: hizo del futbol una alegoría política de contenido popular, contestaria, antiimperialista y latinoamericana. Lo hizo por etapas, según las circunstancias, el tiempo y lugar. El partido contra los ingleses en 1986 es una de las más extraordinarias alegorías políticas nacionales, sino la mayor. Por un momento, los argentinos y argentinas tuvimos el sentimiento de victoria frente a la rapiña imperialista. La derrota militar en el Atlántico Sur, la traición de Europa y el mundo (a excepción de países hermanos y paisanos de la patria grande), el daño autoinfligido del olvido y la marginación de nuestros combatientes en Malvinas, constituyeron la múltiples dimensiones de una humillación cultural que perdura hasta la actualidad. A la dominación militar se le extendió la dominación cultural, propia de la condición semicolonial del país.    

En el mundial de Italia ocurre algo similar en la final contra Alemania. La silbatina al himno fue el desprecio de quien se considera superior al máximo símbolo patrio de una nación, cuya selección ocupaba el lugar reservado por el poder al equipo local, relegado al tercer puesto. La vocalización de hijos de puta fue una respuesta épica. Después vendría la persecución rabiosa y cruel del sistema contra Diego, con las descalificaciones por doping y la marginación de las canchas. Lo más cruel para un jugador y lo más humillante para un pueblo. En el calcio italiano primero, y en el mundial de Estados Unidos de 1994, después. Uno de los recuerdos más dolorosos del futbol. ¿Dónde estaba cada uno de nosotros cuando supimos de la noticia? Yo salía de la escuela secundaria en la que trabaja, y recuerdo el silencio alerta de la calle. La lucha heroica contra el sistema mundial, formado por un centro imperial y una extensa periferia dependiente, tuvo allí otra potente manifestación. “Me cortaron las piernas”, dijo Diego, en una metáfora perfecta. Una canción de Manu Chau lo dice bien (y de paso nos redime), cuando dice que Maradona sale en Mondovisión “para decirles a la FIFA que ellos son el gran ladrón”.

A esa altura, en la figura de Maradona se actualizaba una clave de dominación cultural, desde el origen de nuestra organización como país, la de civilización y barbarie. Nuestro héroe era la barbarie para la concentración mediática que operaba sobre el sentido común de los argentinos. Diego era el sucio drogadicto, inculto, vago, villero, cabeza, grasita. La víctima directa era, claro, el propio Diego, pero el real destinatario de toda esa diatriba era, como siempre, el pueblo.  

Toda esta configuración del héroe fue encontrando, de a poco, su ideario político concreto: el de la Patria Grande y las luchas del Tercer Mundo. 



La rebeldía, Diego, la tuvo desde su origen y en cada etapa de su carrera y vida. Pero tal vez, hasta su acercamiento a Cuba, era casi una rebeldía sin causa concreta y clara. La comprensión del sentido de su desafío constante al poder, origen de todas sus sanciones deportivas y sociales. La alcanzó en el peor de momento de su existencia, cuando Cuba le tendió su solidaridad y ayuda.

Sin embargo, sin enfrentar a los poderosos, sin esa rebeldía con sentido americanista y revolucionario, no habría sido Maradona. El pibe de oro quedó atrás cuando encontró su forma más realizada con su latinoamericanismo revolucionario. ¿Imaginemos por un momento a un Maradona sumiso al poder? ¿Qué carrera deportiva habría tenido! Tal vez Juventus, Milan, Real Madrid, la Champion League, el botín de oro, y los grandes medios internacionales y la rosca del establishment. Pero nunca habría alcanzado la dimensión social, histórica y universal de Maradona. Una alegoría de la liberación.  

Diego, en definitiva, fue víctima del veneno que la globalización vertió sobre a vida de las jóvenes generaciones populares, la cocaína. Ésta droga limó el cerebro de generaciones en nuestro país y en el mundo, en particular de los sectores bajos y medios. El mal imperialista, como el viejo opio inglés en Oriente, penetró la base social de nuestro pueblo. A Diego le pasó lo mismo. Sólo hay que señalar, en contra de las mentiras mediáticas que esta droga no da ninguna ventaja deportiva, si no puro daño.

Ni al cine, ni a una plaza, ni a caminar, ni a pasear: no tenía la posibilidad que todas las personas tenemos. ¿Cómo haría Diego para vivir? ¿Cómo Diego podría haberse liberado de ese encierro? Tal vez, jugando dentro de una cancha era su posibilidad. Diego no jugaba para brillar personalmente y ser considerado el mejor del mundo, sino para vivir. Su juego, su brillo con la pelota, no era producto de un personalismo competitivo sino expresión de su vida misma. Diego nos legó, para quien quiera verlo, también una profunda enseñanza de vida.

Julio de 2021 (Argentina Campeón de América)
Imágenes tomadas de Internet.


Para después de la lectura, aquí dejo una canción y su video:





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