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Colectivo Político Carpani |
Nuestros
países latinoamericanos se encuentran en caída libre, tanto desde
el aspecto institucional y la estabilidad política, como,
especialmente, de sus economías. Después de más de una década de
ciclo nacional democrático, mediante un proceso veloz de demolición
de la Patria Grande y de imposición de políticas económica
procíclicas, en el lugar de las anticíclicas que, en líneas
generales, se ensayaban. El regreso del denominado neoliberalismo no
es otra cosa que la imposición de la vieja intención de
recolonización imperialista de los Estados Unidos y el poder
financiero occidental, de control geopolítico de los gobiernos, y
sobre los recursos económicos, naturales -hidrocarburos, agua,
minería- y de fuerza de trabajo de los pueblos.
La
desintegración de nuestra América es la reproducción ampliada de
la destrucción de las regulaciones estatales en la mayoría de
nuestros países, con la excepción de Bolivia, Venezuela, Nicaragua
y Cuba. Reflejo del caos nacional en Argentina y Brasil, particular
pero no únicamente, no hay, actuamente, ningún organismo
supranacional con legitimidad suficiente desde donde acumular fuerzas
a favor del interés nacional latinoamericano. La UNASUR y la CELAC
han sido vaciadas, el MERCOSUR cuestionado en su fundamento principal
con la exclusión de Venezuela y su injustificado giro hacia la
Alianza del Pacifico y el forzado acuerdo, aún no concretado, de
libre comercio con la Unión Europea. Hasta la OEA es inútil en
este panorama, la que parece haber caído por el barranco de la
historia sin retorno. Para colmo, la última Cumbre de las América
fracasó en un lánguido bostezo que solo sirvió para los intereses
de Estados Unidos, con control a distancia porque su presidente ni se
tomó la molestia de viajar. Así, emergió un fantasmal Grupo de
Lima, con la única finalidad de ser punta de lanza en la agresión
planificada y sostenida por los Estados Unidos contra el país
bolivariano, con sus promesas de violencia y guerra. Desde la
invasión a Panamá en 1989 de tropas estadounidense, con más de
3.000 muertos, que no había una amenaza directa igual.
Además,
una nueva doctrina de seguridad militar se impone desde los Estados
Unidos: la militarización de favelas en Brasil, la amenaza de
intervención militar directa o indirecta sobre Venezuela, y el
reciente anuncio de una base “humanitaria” en la provincia de
Neuquén, son parte de esa estrategia de dominio geopolítico
imperial.
Ya
no se trata de la imposición de un modelo de fragmentación, bajo el
lema de dividir para reinar, o la integración para la dominación
del panamericanismo de los años 1960 revivido en los 1990 con el
Consenso de Washington, sino de un escenario de caos sin dirección
aparente ni visible. Se trata de una mutación del tipo de dominación
imperialista en la región. El predominio del poder financiero es un
proceso histórico que tuvo su origen en las dictaduras del cono sur,
y el despliegue de una estrategia imperialista con base en la
opresión brutal de los pueblos, el sometimiento de sus fuerzas
armadas -con la excepción de Venezuela, de donde saldría el militar
antiimperialista Hugo Chávez- y el mecanismo financiero de la deuda
externa y fuga de capitales,
Latinoamérica
está siendo sometida entera a un nuevo experimento imperial, en el
que toda expresión del estado nación como lo conocemos, es objeto
de destrucción, con la finalidad de crear un escenario de tierra
arrasada y poblaciones debilitadas para ser sometidas al capricho
depredador de la especulación financiera. Sin industrias, ni
mercados internos, trabajadores, campesinos, comunidades y,
especialmente, sin ningún tipo de regulación, o sea la destrucción
de los vínculos comunitarios y solidarios de base, y del estado.
El
escenario de México es un testimonio de ello, con más de 100
políticos asesinados y de 2000 militantes sociales, tan solo este
año, en el cual habría elecciones presidenciales y las encuestas
dan todas ganador a Andrés Manuel López Obrador, del partido
significativamente llamado Movimiento de Regeneración Nacional.
Habrá que seguir el desarrollo del conteo de votos y la relación de
fuerzas para llevar a cabo el plan de gobierno que promete, de
recuperación del petróleo, defensa del trabajo, la tierra y el
capital nacional. Alguna vez lo calificamos de la etapa superior del
neoliberalismo por ser el lugar donde el acuerdo regional de libre
comercio había desarrollarse con el NAFTA a diferencia de
sudamérica, en donde el ALCA fracasó. Nuestros países tejen y
destejen la historia de la Patria Grande sin lograr alcanzar la
realización de la obra completa de un destino nacional común,
mientros batimos entre un destino de patria grande o la frustración
de ser una gris factoría financiera. ¿Puede Latinoamérica, sin
costo alguno, ir a la deriva en el océano hostil y ajeno, sin
dirección propia?
II.
Mientras
los regímenes neoliberales de raíz semicolonial, están en caída
libre; al menos hasta que no consoliden un sistema político de
dominación. El problema es que, de no surgir una alternativa
latinoamericanista, la caída arrastrará a todos los pueblos del
continente. Es imprescindible mantener una visión de Patria Grande,
en el medio del derrumbe. La recuperación de una senda de soberanía
nacional latinoamericana es estratégica. El ya antiguo eje Buenos
Aires-Brasilia-Caracas, a partir del cual se articulaba la alianza
sudamericana, se ha quebrado pero aún resiste: la resistencia a la
reinserción de Argentina en el FMI, el destino político de Lula y
el triunfo electoral del Chavismo en Venezuela, son hechos políticos
de cuyo desenlace depende el futuro inmediato sudamericano, a lo que
se le suma la aparición política del progresismo colombiano que
desafía a los rancios conservadores que se jactan del ingreso de
Colombia a la OTAN. El triunfo del Chavismo en Venezuela es una
muestra de la voluntad de autodeterminación de su pueblo organizado,
a la vez que Evo Morales se sostiene con base en una amplia alianza
social de base popular. Justamente, el líder boliviano fue quien, en
la Cumbre de los Américas, alzó su voz para decir que el
capitalismo es el peor enemigo de la humanidad y que la principal
amenaza contra la paz es Estados Unidos. Y que no es tiempo de
invasiones sino de integración. Un mensaje de esperanza y una visión
de Patria Grande.
1 de junio de 2018.
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